viernes, 27 de febrero de 2009

El negocio del periodismo (y 5)

Cuando llueve se venden paraguas; en verano trajes de baño y cuando hace frío ropa abrigada. No se le vende miel al colmenero ni se le piden peras al olmo. Son leyes elementales de la microeconomía, porque ya se sabe que hay oportunidades para cada negocio. Y también es cierto que a la oportunidad la pintan calva.

No fue la revolución industrial la que engendró los diarios populares, fue el nacimiento de la clase media a partir de la revolución industrial. Los grandes cambios tecnológicos no engendran diarios, los producen los grandes cambios sociales. Los periódicos acompañaron o lideraron esos cambios. Así nacieron los diarios de la transición española, los nuevos diarios en la antigua Unión Soviética y los que aparecerán en Cuba cuando se la isla recupere su libertad.

No es buena idea basar un negocio periodístico en una revolución tecnológica. Siempre, en cambio, habrá negocios detrás de los cambios sociales que esa revolución apareja. Pero el negocio del periodismo no consiste en ganar dinero, sino en prestar un servicio fundamental a la sociedad, en el medio que sea.

Ese servicio no es la información. No es decirles que ganó San Lorenzo, Colo Colo o la Real Sociedad; ni dar el pronóstico meteorológico, los horarios de los trenes o las farmacias de turno, o explicarles cómo funciona el tocadiscos. No lo es aunque sea parte de la misión de los medios y del periodismo, como también es información y servicio la publicidad.

El negocio del periodismo no consiste en ganar dinero y esto no es una novedad en ninguna actividad humana honesta: los que tienen éxito no son los codiciosos sino los apasionados y solo los ladrones y los extorsionadores tienen como fin único el dinero (el ajeno, claro).

Unos por codiciosos y otros por impacientes, muchos empresarios han entendido mal el imperativo de la independencia y se volvieron extorsionadores. Es otro negocio, que no periodismo, vertiginoso y cortoplacista, porque se somete a los caprichos del poder. Esos editores renunciaron al sagrado deber de mejorar el mundo y lo único que cambian es el grosor de sus billeteras a costa de las de sus hijos. Lo entendieron mal o se lo explicaron así algunos consultores que justifican con eso de la independencia su propia codicia.

Ganar dinero es crucial, pero secundario, para ser independientes y cambiar el mundo, que es lo primero. Lo que se entiende con cierta dificultad es esta escala de prioridades. Y no hay negocio más rentable -estoy hablando de dinero- que cambiar la realidad de acuerdo a las propias convicciones.

El negocio del periodismo la serie (negociodelperiodismo)

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