miércoles, 28 de junio de 2023

National Geographic despide a sus últimos redactores


Paso una traducción libre de este artículo sobre novedades en la National Geographic Magazine, aparecido hoy en el Washington Post. Aquí casi igual en CNN

Entiendo que la revista –hace tiempo en manos ajenas a la National Geographic Society– no dejará de salir en papel y en sus múltiples idiomas, además del formato con cadencia mensual también en internet. La harán solo con freelancers, con la misma fórmula que emplearon para los fotógrafos durante muchos años.

También dice que no se venderá en los quioscos de los Estados Unidos a partir del año que viene. Supongo que se refiere solo a la edición norteamericana y en inglés, que circulará solo por suscripción y llegará por correo. 


La revista con sede en Washington, que ha investigado la ciencia y el mundo natural durante 135 años, despidió ayer a los últimos redactores que quedaban.

El recorte, el último de una serie bajo el propietario Walt Disney Co., involucra a 19 empleados editoriales en total, a quienes se les notificó en abril que llegaban despidos. A partir de ahora, la asignación de artículos se subcontratará a freelancers y será ensamblada por editores. Los recortes también eliminaron el pequeño departamento de audio de la revista.

Estos despidos fueron los segundos en los últimos nueve meses y los cuartos desde que comenzó una serie de cambios de propiedad en 2015. En septiembre, Disney despidió a seis editores principales en una reorganización extraordinaria de las operaciones editoriales de la revista. Además la revista ha reducido los contratos fotográficos que permitían a los fotógrafos pasar meses en el campo produciendo las imágenes icónicas de la publicación.

En una nueva medida de reducción de costos, las copias de la publicación impresa con borde amarillo ya no se venderán en los quioscos de Estados Unidos a partir del próximo año.

El escritor de National Geographic, Craig Welch, señaló el momento en un tuit el miércoles: “Acaba de llegar mi nuevo National Geographic, que incluye mi último artículo: el número 16 y el último como escritor principal. … He tenido mucha suerte. Pude trabajar con periodistas increíbles y contar historias globales importantes. Ha sido un honor”.


La trayectoria actual de la revista lleva años en desarrollo, iniciada principalmente por el declive histórico de la impresión y el ascenso de las noticias e información digitales. En el mundo de la velocidad de la luz de los medios digitales, National Geographic sigue siendo un producto casi artesanal: una revista mensual cuyas fotos, gráficos y artículos a veces son el resultado de meses de investigación y reportajes.

En su apogeo a fines de la década de 1980, National Geographic alcanzó los 12 millones de suscriptores en los Estados Unidos y millones más en el extranjero. Muchos de sus devotos saborearon tanto su iluminación de otros mundos (el espacio, las profundidades del océano, partes poco vistas del planeta) que apilaron viejas ediciones en montones que abarrotaron áticos y sótanos.

Sigue siendo una de las revistas más leídas en Estados Unidos, en un momento en que las revistas ya no se leen mucho. A fines de 2022, tenía poco menos de 1.800.000 suscriptores, según Alliance for Audited Media.

National Geographic fue lanzado por la National Geographic Society de Washington, una fundación formada por 33 académicos, científicos y aspirantes a aventureros, incluido Alexander Graham Bell. La revista se vendió inicialmente al público como un beneficio por unirse a la sociedad. Se convirtió en una publicación independiente de forma lenta pero constante, alcanzando el millón de suscriptores en la década de 1930.

La revista finalmente fue superada en ganancias y atención por las operaciones de video de la sociedad, incluido su canal de cable insignia National Geographic y Nat Geo Wild, un canal centrado en los animales. Si bien produjeron documentales de igual calidad que los rigurosos reportajes de la revista, los canales, administrados por 21st Century Fox de Rupert Murdoch, también emitieron programas de entretenimiento pseudocientíficos sobre OVNIs y series de telerrealidad como Tiburones contra atunes en desacuerdo con la nobleza original de la sociedad.

El lugar de honor de la revista siguió oscureciéndose a través de una serie de reorganizaciones corporativas que comenzaron en 2015 cuando la Sociedad acordó formar una sociedad con fines de lucro con 21st Century Fox, que tomó el control mayoritario a cambio de $725 millones. La asociación llegó bajo el estandarte de Disney en 2019 como parte de un acuerdo masivo de $ 71 mil millones entre Fox y Disney.

Entre los que perdieron sus trabajos en el último despido estaba Debra Adams Simmons, quien en septiembre pasado fue ascendida a vicepresidenta de diversidad, equidad e inclusión en National Geographic Media, la entidad que supervisa la revista y el sitio web.

En ese momento, David Miller, vicepresidente ejecutivo de National Geographic Media, dijo que la revista estaba “realineando departamentos clave para ayudar a profundizar el compromiso con nuestros lectores al mismo tiempo que fomentaba los modelos comerciales existentes y desarrollaba nuevas líneas de ingresos”.

En un correo electrónico a The Post el miércoles, el vocero de National Geographic, Chris Albert, dijo que los cambios de personal no afectarán los planes de la compañía de continuar publicando una revista mensual “sino que nos darán más flexibilidad para contar diferentes historias y encontrarnos con nuestras audiencias donde se encuentran a través de nuestros muchos plataformas.”

miércoles, 21 de junio de 2023

Carlos Pagni por Carlos Pagni

Buceando en C5N me encontré con esta entrevista de Diego Iglesias a Carlos Pagni, el periodista con mejor imagen y más creíble de la Argentina, original de Ámbito Financiero, después en La Nación, en las antípodas de C5N. Ahora mismo veo que es la primera vez que lo nombramos es este blog y también es la primera vez que oigo a Pagni hablar de algo que no sea política, como periodismo, sin ir más lejos. Lo hace hasta la mitad, más o menos. Después pasa a la política y la historia, solo entendible para argentinos.

lunes, 12 de junio de 2023

Mucha gente confunde las creencias con los hechos

Con el permiso presunto de su autora y del elDiario.es subo esta entrevista de María Ramírez a Martin Baron. Mejor leerla en el sitio de elDiario.es por los links y resaltados y supongo que todavía es de libre acceso. Va la frase que me parece más interesante, aunque vale la pena cada palabra de lo que dice Baron: 


Estamos en una época en la que mucha gente confunde las creencias con los hechos, no puede o no quiere distinguir entre ambos.


María Ramírez es subdirectora del elDiario.es y autora de El Periódico. 25 años de auge y catarsis del periodismo en internet. Bueno, también es hija de Pedro J. Ramírez. Ella misma presenta a Marty Baron.


Marty Baron, exdirector del 'Washington Post': “Los periodistas no debemos ser el partido de la oposición” 

El periodista que ha dirigido las grandes investigaciones de las últimas décadas al frente del 'Washington Post' y el 'Boston Globe' publica en octubre su primer libro, sobre el 'Post', Jeff Bezos y Trump. Baron es una de las voces más firmes en la defensa de la objetividad como estándar periodístico
Marty Baron ha sido director del Washington Post, el Boston Globe y el Miami Herald. Antes de llegar a la cúspide del Herald en 2000, también trabajó en Los Angeles Times y el New York Times. En sus 45 años de carrera, la mayoría como editor, ha confiado en los estándares más esenciales del reporterismo y en el papel de la prensa para vigilar a cualquier poder incluso aunque le moleste a tu propietario o a tu audiencia.

Eso es lo que le llevó a dirigir las grandes investigaciones de las últimas décadas. Publicó los abusos sexuales de la Iglesia católica en Boston -es el serio y tenaz Liev Schrieber de la película Spotlight-, la vigilancia masiva de la Agencia de Seguridad Nacional, los chanchullos de Trump con sus donaciones, la interferencia rusa en las elecciones de 2016 y varios casos de acoso sexual de políticos. Bajo su dirección, el Post documentó más de 30.000 falsedades del presidente, y utilizó el verbo “mentir” para referirse a él, algo muy debatido entonces. El periodista ha dejado un reguero de premios Pulitzer a su paso.

Baron defiende el ideal de la objetividad como método para informar de manera rigurosa, sin conclusiones previas y con conciencia de los propios prejuicios contra los que el periodista debe luchar mientras aprende algo nuevo a través de su labor. En sus últimos meses como director -se retiró en 2021 después de más de ocho años al frente del Post- tuvo algún encontronazo con periodistas que, según él, opinaban demasiado en Twitter. Este marzo, Baron escribió en el Post un influyente artículo de opinión titulado Queremos jueces y médicos objetivos. ¿Por qué no periodistas también?

En octubre, publica en Estados Unidos su primer libro, Collision of Power: Trump, Bezos and The Washington Post. En nuestra conversación telefónica -él desde el campo en Massachusetts-, le digo que me sorprende el título por el hecho de poner al político, al empresario y al periódico juntos en el mismo sintagma, sobre todo para alguien como él, que siempre los ha separado y dio una lección de periodismo al informar con distancia sobre su dueño.

Me explica que el título viene del esfuerzo de Trump por perseguir a Jeff Bezos, propietario del Post y de Amazon, pensando que así le daría un toque a la redacción para que los periodistas dejaran de investigarle. Trump era el presidente que podía duplicar los costes de envío de Amazon o bloquear un contrato de 10.000 millones de dólares para la nube digital de almacenamiento del Departamento de Defensa. Bezos era la persona más rica de Estados Unidos. Y el Post, al fin y al cabo, “el periódico que había sido responsable de ayudar a derribar a otro presidente de Estados Unidos, Richard Nixon”, según subraya Baron. “El presidente creyó que podía impedir que hiciéramos nuestro trabajo atacándonos primero de manera implacable, cruel y personal, persiguiendo a los reporteros individualmente por su nombre para que fueran objeto de hostigamiento. Cuando eso no funcionó, decidió que tenía que ir tras el dueño. Y creyó que presionando al propietario, tratando de socavar su negocio, lo cual hizo, podría influir en nuestra cobertura”.

Esta es nuestra conversación editada por claridad y extensión.

¿Su vida, en cierto modo, habría sido más fácil si Bezos no hubiera sido el dueño del periódico?

El problema era que el periódico estaba en decadencia antes de que Bezos lo comprara. Estábamos recortando nuestro presupuesto y nuestro personal, no teníamos una estrategia para crecer. Así que la vida habría sido muy difícil en esas circunstancias. Nos habríamos enfrentado a lo mismo que muchos periódicos, es decir, seguir cortando, cortando y cortando. Bezos entró con una estrategia que aplicamos y resultó exitosa. En ese sentido, mi vida se hizo más fácil. Pero obviamente había otras presiones.

Sin Bezos, nos hubiéramos enfrentado a tremendas presiones financieras. Con Bezos, terminamos enfrentándonos a tremendas presiones políticas. De todos modos, habríamos afrontado esas presiones políticas porque habríamos cubierto a Trump y él nos habría atacado, y probablemente no habríamos tenido los recursos que necesitábamos para informar sobre Trump si no hubiéramos tenido éxito comercial con Bezos.

¿Es saludable que la tercera persona más rica del mundo tenga un periódico?
He estado en este negocio el tiempo suficiente como para haber escuchado críticas contra todas las estructuras de propiedad por una razón u otra. Cuando éramos propiedad de empresas en bolsa, la gente criticaba su inversión para maximizar las ganancias y satisfacer a los accionistas y no invertir lo suficiente en nuestro negocio. Cuando sufrimos presiones financieras, las empresas se pusieron a recortar. Luego cuando personas ricas compraron medios, la gente dijo “¿no es eso un conflicto de intereses?”. Después, fondos de inversión adquirieron medios y lo único que buscaban era ganar la mayor cantidad de dinero posible cortando gastos: trataron al sector de las noticias como si fuera un sector moribundo y buscaron efectivo lo más rápido que pudieron.

Incluso si miras a organizaciones sin ánimo de lucro, que representan una porción microscópica del ecosistema de noticias, ¿de dónde viene el dinero? ¿Quiénes son los filántropos? Gente rica y fundaciones. Las juntas de las fundaciones están dominadas por la élite y algunas tienen sus propias agendas políticas.

Así que he oído críticas sobre todas las formas de propiedad. Ya es hora de que la gente empiece a evaluar el trabajo que hacemos y cómo se comporta el dueño en lugar de cuál es la estructura de propiedad.

En nuestro caso, el dueño nos dio la independencia que necesitábamos y no interfirió en absoluto en nuestra cobertura. El resultado fue que le dimos la vuelta al Washington Post: nos convertimos en un medio más fuerte que pudo cubrir al presidente de Estados Unidos como debía y muchos otros temas, y encontró un camino económicamente sostenible a largo plazo.

Es bueno y es mejor que la alternativa. No creo en morir heróicamente. Eso no le hace ningún bien a nadie.

¿Hubiera hecho algo diferente en alguna de las historias que publicó el Post sobre Bezos o Amazon?

Informamos sobre Amazon y Bezos de la misma manera en que informamos sobre cualquier otra empresa y cualquier otra persona. Bezos nunca interfirió en nada, incluso cuando estábamos escribiendo sobre su divorcio y su aventura.

Cuando compró el Post, dijo que deberíamos informar sobre él y Amazon de la misma manera que sobre cualquier otro ejecutivo y cualquier otra empresa. Lo reiteró muchas veces y nunca se retractó de esa promesa. Creo que lo hicimos bastante bien.

¿Cuál es la mayor presión para los periodistas hoy?

Hay tantas presiones diferentes... Obviamente, estamos lidiando con presiones financieras implacables. Muchos medios carecen de los recursos que necesitan para hacer su trabajo correctamente. Y eso es una presión enorme.

Pero más allá de los números, el mayor problema es que estamos en un ambiente donde las personas no comparten un conjunto común de hechos. Y por ello hay una profunda sospecha sobre la información de los principales medios. Hay una gran difusión de información falsa, a menudo deliberadamente falsa. De hecho, es peor que no compartir un conjunto común de hechos: ni siquiera podemos ponernos de acuerdo sobre cómo establecer que algo es un hecho. Estamos en una época en la que mucha gente confunde las creencias con los hechos, no puede o no quiere distinguir entre ambos. Eso es un gran desafío.

¿Las redes sociales dificultan que los periodistas hagamos nuestro trabajo de manera imparcial por la presión del entorno?

Esa es una presión autoimpuesta. No es algo a lo que necesariamente tengamos que someternos. Esto requiere autodisciplina por parte de los periodistas. Por desgracia, demasiados periodistas no están ejerciendo la autodisciplina: no tienen cuidado ni moderación en sus publicaciones en las redes sociales.

Hay una larga historia de periodismo activista en el mundo. Pero no es lo que somos los principales medios de comunicación, no es lo que debemos ser. Debemos ser aliados de la verdad. Debemos ser aliados de los hechos. Debemos ser aliados del contexto. Debemos ser aliados del periodismo minucioso, de la idea de tener una mente abierta a medida que avanzamos en nuestra labor de reporterismo.

Eso no impide que lleguemos a conclusiones. No nos impide averiguar cuáles son los hechos y decirle a la gente sin pestañear cuáles son esos hechos, lo que hemos descubierto. Pero ir impulsivamente a las redes sociales a expresar opiniones, a menudo de manera sarcástica, no es útil para nosotros. Y va en contra de lo que tradicionalmente hemos tratado de ser, medios que hagan sistemáticamente información abierta, minuciosa y completa después de hablar con personas expertas, mirar documentos relevantes, recopilar toda la información posible, y luego decirle a la gente lo que hemos aprendido sobre los hechos.

Descubrir la verdad es un proceso, no se hace instantáneamente en cuestión de segundos y minutos. Lleva tiempo, dedicación y compromiso. Y las redes sociales van en contra de eso porque fomentan reacciones instantáneas e impulsivas.

Lo que pensamos al principio no es necesariamente cierto. Las primeras impresiones no están necesariamente bien fundadas. Nos debería llamar más la atención lo que no sabemos que lo que sabemos. Debemos tener más preguntas que respuestas. Desde luego los periodistas no debemos empezar con todas las respuestas porque no las tenemos.

Las redes sociales han alentado a las personas a participar en comportamientos que son inútiles y, de hecho, van en contra de los principios del mejor periodismo.

¿Los periodistas no deberíamos tuitear?

Me parece bien tuitear. Yo he tuiteado, aunque también he estado mucho tiempo en silencio. Los periodistas deben tener cuidado con sus tuits. Antes de tuitear algo, yo lo leía cinco veces sólo para asegurarme de que estaba diciendo lo que quería decir, para que no pudiera ser malinterpretado por ningún ser humano razonable, y para preguntarme si era útil decir algo y qué tipo de impacto tendría mi propio tuit en la reputación de nuestro medio. Ese es un proceso que la mayoría de los periodistas deberían hacer por sí mismos: ¿Es demasiado pronto para comentar sobre esto? ¿Sé realmente lo que creo que sé? ¿Qué tipo de impacto tendrá mi tuit para mi medio? ¿Es apropiado comentar sobre este tema en particular? Los periodistas deben ejercer la autodisciplina, con cuidado y moderación. Desafortunadamente, muchos no lo hacen.

¿Ve otros espacios que puedan ser más adecuados para la conversación más allá de escribir en un periódico?

Hay programas de radio y de televisión inteligentes en los que se puede tener una conversación real en lugar de personas que tuitean espontáneamente entre sí con un número limitado de palabras. Hay espacios para participar en un verdadero diálogo donde las personas hablan entre sí, no tuitean de un lado a otro. Hay paneles en los que podemos participar, y algunos de ellos están en streaming para todo el mundo, cualquier medio en el que puedas entablar una conversación en lugar de simplemente reaccionar instantáneamente a algo que acaba de ocurrir. Son medios relativamente tradicionales, pero la ventaja es que permiten comentarios reflexivos en lugar de instantáneos e impulsivos.

¿Le preocupa que la audiencia se esté moviendo fuera de esos medios tradicionales hacia espacios como TikTok?

La idea de que puedes aprender sobre el mundo a partir de un video de TikTok es desastrosa. Los libros o los medios pueden tratar las cosas en profundidad y te dan un sentido de la historia y el contexto. Puedes confiar en que hay personas detrás que dedicaron una cantidad considerable de tiempo a investigar su tema, saben algo al respecto y tienen experiencia en el área. No creo que la gente confíe en TikTok o Instagram. Ya veremos las consecuencias. Pero mucha gente simplemente no sabe de lo que está hablando y no se ha tomado el tiempo para saber.

¿Volverá esa audiencia a los medios?

Depende de cómo lo gestionamos. Cuando hay un desastre natural o una catástrofe nacional, la gente tiende a ir a los principales medios de comunicación para obtener información precisa, al menos al principio. Eso te dice que los medios son fundamentalmente los más fiables, sin importar lo que la gente pueda decir sobre en quién confía. De hecho, confían en estos medios porque cuando se trata de asuntos de vida o muerte, acuden a ellos para conseguir información. No recurren a TikTok para saber qué deben hacer ante un huracán. Eso es una ventaja para nosotros.

La pregunta es cómo pensamos en las formas cambiantes en que las personas consiguen y procesan información hoy y cómo nos adaptamos. Podemos estar comprometidos con una investigación exhaustiva, pero entregar esa información de una manera que sea más accesible para los jóvenes.

La gente recibe la información en un teléfono. Los reportajes largos del pasado pueden no ser la forma correcta de escribir una historia en ciertos casos. Es posible que podamos contar mejor una historia a través de un gráfico interactivo, un vídeo o una combinación de herramientas. Hoy tenemos más herramientas disponibles para comunicar información de las que hemos tenido en toda la historia. Debemos experimentar mucho. No debemos abandonar nuestros principios, pero no tenemos que apegarnos para ello a la forma de comunicar del pasado.

No significa que lo vayamos a hacer bien a la primera, pero no debemos desanimarnos. Los periodistas siempre deberíamos estar aprendiendo. Siempre deberíamos preguntarnos qué más podemos aprender y cómo han cambiado las cosas. Es la manera de abordar nuestra profesión y también nuestro negocio.

¿Es “objetividad” la mejor palabra para definir lo que debemos hacer?

Creo que es una buena palabra. Y nunca hemos tenido problemas para usarla al aplicarla a otras profesiones. No nos parece confusa cuando decimos que necesitamos jueces o investigadores científicos objetivos. Sólo tenemos dudas cuando se nos aplica la palabra.

Dicho esto, no me importa si alguien tiene una palabra mejor. Tom Rosenstiel dice que lo deberíamos llamar “investigación de mente abierta”. Bien, eso es la objetividad.

La objetividad no es lo mismo que el equilibrio, no es una falsa equivalencia. Nunca lo ha sido. Es un buen estándar para nuestra profesión reconocer que cada uno tiene sus puntos de vista preexistentes, sesgos y prejuicios. Es importante que reconozcamos cuáles son desde el principio. Y que no hagamos nuestro trabajo sólo tratando de reforzarlos, sino teniendo muy en cuenta que tenemos esas opiniones y que debemos mantener una mente abierta. A medida que avanzamos en nuestro trabajo, debemos comprobar que hablamos con todas las personas relevantes, reunimos la evidencia apropiada y estamos mirando lo que debemos. Es poco probable que las cosas sean exactamente como pensábamos que serían desde el principio, presumiblemente habremos aprendido cosas que no sabíamos antes.

Si no aprendes cosas que no sabías antes, entonces no sé a qué te refieres con el reporterismo. ¿Qué es el reporterismo sino salir a buscar respuestas a las preguntas? Y si tus preguntas son sólo un ejercicio para confirmar tus puntos de vista preexistentes, entonces no estás haciendo el trabajo del reportero de verdad. Solo estás incurriendo en un sesgo de confirmación.

¿Es parte del problema en Estados Unidos que medios de comunicación, sobre todo con puntos de vista de extrema derecha, se hayan alejado tanto de esos estándares?

Es más pronunciado en la extrema derecha, pero también es cierto en la extrema izquierda, y sucede en todas partes del espectro político. He conocido gente que piensa que algo es así desde el principio, sin haber hecho ningún tipo de reporterismo, sin haber emprendido ningún tipo de investigación abierta.

Es más pronunciado en la extrema derecha en Estados Unidos. No sé en otros países. Uno de los grandes problemas es que un segmento del público quiere que confirmes su punto de vista preexistente. Confían en las personas que lo hacen y no quieren que sus ideas preexistentes sean refutadas. Es un desafío para los periodistas tener que decirle a la gente cosas que no quiere escuchar y no quiere saber.

¿Cómo interactuar con la audiencia cuando no quiere los hechos o te acusa de ser parcial porque criticas a su candidato favorito?

Con el tiempo tienes que demostrar que eres independiente, que estás comprometido, que eres aliado de los hechos, la verdad y el contexto. Una gran parte del público quiere independencia genuina y objetividad por parte de los periodistas. No quiere que seamos sólo activistas políticos. No quiere que seamos antagonistas en el espectro político. Quiere que seamos periodistas que buscan la verdad. Creo firmemente en que hay un gran segmento del público estadounidense y del público en otros países que sólo quiere que hagamos nuestro trabajo de una manera honesta, justa y con la mente abierta. Y que reconozcamos nuestras propias debilidades.

La objetividad y la independencia son conceptos superpuestos, pero no son exactamente lo mismo. Necesitamos ser independientes y no estar asociados con ningún partido político.

En Estados Unidos, Trump trató de presentar a los principales medios como lo que Steve Bannon llamó el partido de la oposición. Debemos tener cuidado de no posicionarnos como el partido de la oposición.

Podemos refutar a Trump cuando lo merece. Si no dice la verdad, si está mintiendo abiertamente, debemos decirlo. Pero eso debe ser porque hemos hecho nuestra investigación, no porque seamos una extensión del Partido Demócrata o no nos guste Trump. Debe ser porque hemos hecho nuestra tarea. Si tiene razón en algo, también debemos decirlo. Y si el candidato demócrata no está diciendo la verdad, también lo diremos. Personalmente, no me siento alineado con nadie y nunca lo he hecho.

¿Trump hizo que fuera más difícil no parecer partidista? Su desafío a las elecciones y a las instituciones democráticas ha hecho que los periodistas sean parte de una lucha por la democracia…

Desde el principio, él quería que fuéramos percibidos como partidistas. Una periodista de la CBS le preguntó en 2016 por qué motivo denigraba a la prensa, y Trump dijo: “Lo hago para desacreditaros y denigraros a todos y así, cuando escribáis historias negativas sobre mí, nadie os creerá”. Y ese es su objetivo. No quiere un árbitro independiente de los hechos y la verdad. Quiere que la gente le sea leal. Él quiere que la gente piense que es la única persona que dice la verdad cuando dice mentiras.

Nos hizo el trabajo mucho más difícil. Nunca nos habíamos enfrentado a un presidente como Trump. No es tan extraño en otros países, pero desde luego fue nuevo en Estados Unidos tener a un presidente que claramente no creía en una prensa libre e independiente. Y, hasta cierto punto, Trump facilitó que los líderes de otros países hicieran exactamente lo mismo.

Él mintió sobre las elecciones de 2020. Mintió sobre las elecciones de 2016, a pesar de que ganó. También lo hizo cuando compitió en los caucus republicanos de Iowa, que ganó Ted Cruz. Cada vez que pierde dice que es fraude. No puede soportar la idea de perder.

¿Fue una buena idea el town hall (entrevista con audiencia partidista) con Trump de la CNN?

Era un poco pronto para tener un town hall con Trump. Todavía no es el candidato ni ha habido primarias. ¿Por qué declarar a alguien favorito sin una sola primaria? ¿Basado en qué encuestas cuando queda tanto tiempo?

¿Ha visto un cambio en la forma en que los medios cubren a Trump?

El town hall de CNN no fue una buena señal. Pero no sé. Es una persona muy difícil de cubrir. Veremos en el transcurso de la campaña.

¿Le preocupa el efecto que podría tener otra presidencia de Trump para la libertad de prensa?

Sí, me preocupa. Tiene impulsos autocráticos. Claramente no es un defensor de una prensa libre e independiente. Ha hecho declaraciones a lo largo del tiempo que sugieren que hará todo lo posible para degradar las libertades de prensa en este país. Trump no oculta su agenda. Tienes que tomar en serio lo que dice porque lo intentará hacer.

domingo, 11 de junio de 2023

Periodismo y punto*

El post anterior subí el artículo que publicó Infobae con motivo del Día del Periodista. Es de Fernando Ruiz, gran profesor de Periodismo y Democracia en la Universidad Austral, que también fue presidente de FOPEA (Foro de Periodismo Argentino) y es miembro de la Academia Nacional de Periodismo. Se llama El periodismo y las medias verdades (todavía es gratis). Se lo resumo en algunas frases: Decimos medias verdades porque estamos demasiado preocupados por el poder y cubrimos mucho más la política que las consecuencias de la política. Ponemos más énfasis en la defensa de los derechos civiles y políticos que en los derechos sociales. Nuestra práctica de monitorear al poder nos lleva a entablar diálogos cerrados con las elites del poder y perdemos conexión con quienes sufren la injusticia social. El periodismo está cambiando y crece el consenso en la profesión acerca de que la construcción democrática tiene que ser integral. Ese nuevo periodismo debería llamarse periodismo de inclusión.

No soy partidario de ponerle adjetivos a la profesión, pero le recuerdo algunos relacionados con el área de cobertura del profesional, como periodismo deportivo, político, económico, turístico, religioso, policial, agropecuario, de espectáculos... También están los ideológicos, como periodismo militante, independiente, cívico, ciudadano... El periodismo de investigación y el de datos son una tontería que supone que el periodismo a secas no investiga o que sus datos son borrosos. Algo parecido pasa con los periodismos de género o lenguaje: periodismo de opinión, de crítica, de panel, comentarista, gráfico, radial, digital, televisivo, fotoperiodismo... Y dejo para el final los adjetivos para los vendeplumas, como el booked journalism del mundo anglosajón (el que paga por las primicias); pero habría más, como periodismo mercenario, faldero, ensobrado, chupamedias, pelotillas, lamebotas, chivo, quiosco, chapuza... bueno, mejor no sigamos.

No deberíamos llamar periodismo al que viene con adjetivos que rebajan la calidad de su verdad o su respeto por la realidad, porque esa calidad y ese respeto son esenciales a la profesión. Por eso mismo basta y sobra con el periodismo a secas, sin más vueltas ni adjetivos. Aclaro que el que tiene que ver con el área de cobertura casi siempre es temporal, ya que pasamos de una sección a otra y se acaba el adjetivo, así que tampoco por ahí.

Volviendo al artículo de Ruiz, hay que decir que después de muchos años del paradigma de la asepsia hemos caído en la cuenta de que el periodismo no debe ser distante de los problemas, de las mentiras, de la corrupción, de la inseguridad, de la pobreza, o de la violencia y de muchas otras lacras humanas. El periodismo debe involucrarse con la realidad, porque es parte de esos problemas y parte de su solución.

La otra consecuencia del Día del Periodista fue el debate generalizado entre los profesionales preocupados por la precariedad laboral o por los bajos sueldos, ni más ni menos que las consecuencias de la crisis económica que afecta a todas las profesiones, a todos los salarios y a todas las industrias. El periodismo es una pasión, es el arte afiebrado de buscar la verdad, encontrarla contrarreloj y expresarla con maestría. El dinero es lo que menos nos importa, aunque haya una industria que explota esa pasión y de algo haya que vivir. Y está confirmado por muchos casos que cuando un periodista decide ser a la vez periodista y empresario, entonces se pierda una de las dos condiciones.

Nadie es periodista para ganar dinero sino para buscar apasionadamente la verdad –esa verdad que todos necesitamos como el aire para respirar– aun a costa de sufrir las consecuencias de enfrentarse con el poder, porque la verdad molesta a quienes la esconden, que casi siempre es el poder en cualquiera de sus formas. Debería llamarse periodismo prócer, pero prefiero solo periodismo, sin adjetivos.

*Publicado en El Territorio el 11 de junio de 2023.

miércoles, 7 de junio de 2023

Día del periodista de inclusión social

Con motivo del Día del Periodista en la Argentina y con el permiso expreso de Fernando Ruiz, copio este artículo que aparece hoy en Infobae (todavía de libre acceso). Tiene algo que ver con la desinformación, uno de los defectos del periodismo a los que se refiere Francisco en el post anterior. 

Fernando es profesor de Periodismo y Democracia en la Universidad Austral de Buenos Aires, expresidente de FOPEA y miembro de la Academia Nacional de Periodismo.


El periodismo y las medias verdades 

Si el periodismo quiere contar la realidad latinoamericana con rigor profesional, la tiene que contar socialmente completa

 

El contexto de este nuevo Día del Periodista es que las repúblicas independientes de América Latina están cumpliendo sus dos siglos de vida y sus desigualdades sociales extremas también.

Hoy la más masiva violación a los derechos humanos en la región se da por la desigualdad social, y sus causas no son un tema central de la cobertura periodística. Hay opiniones, hay interpretaciones, pero falta periodismo.

Quizás existe la percepción de que la realidad social está cristalizada y forma parte del paisaje no modificable. Y sabemos que solo moviliza nuestros esfuerzos lo que creemos modificable.

Hoy el periodismo pone mucho más énfasis en la defensa de los derechos civiles y políticos que en los derechos sociales. Estos pasan por ser derechos de segunda, como si fueran derechos disminuidos, o cuasi derechos, aunque nuestras constituciones no hagan esa distinción.

Esa actitud periodística tiene una lógica. Las construcciones de nuestros hogares nacionales democráticos exigieron una secuencia de expectativas. Había que consolidar primero los cimientos de los derechos civiles y políticos para luego concentrarse en avanzar en los pisos superiores de los derechos sociales.

Pero las transiciones democráticas no pueden ser eternas. En algún momento tiene que enfrentarse a la desigualdad social extrema y persistente. Además, sabemos que si no tenemos los derechos sociales básicos tampoco tenemos libertades, dado que nuestras carencias fundamentales hacen que nuestro nivel de dependencia personal sea extremo, y podemos ser fácilmente clientelizados. Si el desarrollo es la “expansión de las libertades sustantivas”, es una ilusión creer que vamos a ejercer nuestra ciudadanía plena si nuestro déficit de derechos sociales es gravísimo.

El periodismo nunca es el mismo. Hay una adecuación a las necesidades de cada época. Y en estos momentos es necesario una era social de la profesión. Lo bueno es que coincide con la visión de los periodistas, dado que, en una reciente encuesta a periodistas de América Latina, la gran mayoría expresó su vocación de promover el cambio social.

Por eso, el periodismo está cambiando. Crece el consenso en el mundo de los periodistas acerca de que la construcción democrática tiene que ser integral. Toda una nueva generación de medios digitales tiene a la desigualdad social como uno de sus ejes centrales: Animal Político, La Silla Vacía, Plaza Pública, El Faro, Red/Acción o Connectas; y también en medios principales, como el programa de corresponsales en la periferia que impulsa la Folha de Sao Paulo.

El cambio social está creciendo en el horizonte editorial de los medios. Y no solo en América Latina. Dos de los medios más importantes del mundo realizaron proyectos muy ambiciosos para analizar las raíces estructurales de la desigualdad social en sus respectivos países. The New York Times hizo el proyecto 1619, que fue el año en que ingresaron los primeros esclavos negros a las entonces colonias inglesas; y The Guardian inició el proyecto Cotton Capital, que incluso revisa la relación entre los orígenes de ese medio y la esclavitud. Son decisiones editoriales de los medios de referencia mundial que comienzan a marcar una nueva era, donde la lucha contra la desigualdad social vuelve a estar en el centro, como ya lo estuvo en otros momentos de la historia, por ejemplo, cuando surgió el periodismo de investigación en Estados Unidos, a fines del siglo diecinueve, con los famosos muckrakers.

Los medios principales hacen coberturas aisladas de la desigualdad social, pero esos esfuerzos profesionales no tienen la persistencia ni la centralidad de otros temas. Por su parte, el periodismo de investigación está más volcado a la corrupción administrativa, pero menos a la desigualdad social. Apenas en forma indirecta se dice que ese dinero que se roba se les resta a los pobres. No es frecuente que se investigue el rol de las grandes instituciones sociales en la reproducción de la desigualdad social. “Las disparidades permanecen arraigadas en las instituciones formales e informales, resistiendo el cambio”, dicen los profesores brasileños Criselli Montipó y Jorge Kanehide Ijuim.

El periodismo se debe al presente, no al pasado. Por eso, surgen olas de “nuevos periodismos” con adjetivos orientadores, como fueron el periodismo ciudadano, cívico, público, interactivo o de soluciones. En una reciente investigación se enumeraron en los últimos treinta años más de 150 nuevos periodismos con adjetivos. Pero es que en cada época se proponen énfasis diferentes. Y hoy necesitamos en América Latina un periodismo de inclusión social, que haga más hincapié en las necesidades sociales.

Por eso, no es un periodismo para siempre. Es un periodismo de emergencia para un continente socialmente quebrado, con una fisura que lo pone en un riesgo permanente de autodestrucción. Y no debería ser un periodismo militante, sino muy profesional. Combatir la desigualdad requiere hacer periodismo de calidad, pero para todos, no para unos pocos. La percepción de las víctimas de la desigualdad social es que el periodismo los mira con “negligencia crónica”, como quien te mira y juzga de lejos sin intención de acercarse, como señaló un informe reciente del Reuters Institute.

Anita Varma, una profesora de la Universidad de Texas, dice que el periodismo está constitucionalmente protegido solo porque está para servir al interés público, alineado con el ideal de dignidad para todos”.

Nuestro foco es la sociedad, no la política, ni el gobierno. El periodismo tiene que monitorear al poder, y la manifestación central del poder suelen ser los gobiernos, pero esa luz que el periodismo intenta poner sobre el gobierno y la política es instrumental para servir a la sociedad, que es nuestro fin principal. Nos ocupamos del gobierno y de la política porque nos interesa la sociedad.

Pero nuestra práctica de monitorear al poder muchas veces nos lleva a entablar diálogos cerrados con las elites del poder, y podemos perder la conexión con quienes viven la injusticia social.

Cuando se produjeron recientes discusiones sobre los regímenes de salud en Colombia y en Chile, o la discusión sobre el régimen jubilatorio en Argentina, el eje principal de las coberturas fueron los efectos políticos sobre un gobierno o un plan económico, más que los efectos sociales sobre la desigualdad estructural que sufre la región. Lo mismo suele ocurrir cuando en cada parlamento regional se debate la ley de presupuesto general del Estado. Nuestro monitoreo constante sobre el poder –que es clave- nos saca de lo más importante, que es finalmente el beneficio social.

Si el periodismo quiere contar la realidad latinoamericana con rigor profesional, la tiene que contar socialmente completa. Si no, su mirada tendrá un sesgo clasista, lo que sería, por lo menos, una media verdad.


El periodismo también es responsable de nuestros problemas. En esta casa hemos dicho hasta el cansancio que el periodismo debe mojarse, involucrarse, en contra de los que sostienen el periodismo aséptico, el que no debe tomar partido entre la vida y la muerte, entre la seguridad y la inseguridad, entre la pobreza y la riqueza, entre la guerra y la paz...  

viernes, 2 de junio de 2023

Periodistas poetas y buenos hijos de Noé


El jueves 25 de mayo, justo antes de una gripe por la que suspendió todas sus actividades, el Papa Francisco concedió una entrevista al canal Noticias Telemundo de México. Es la última –por lo menos hasta hoy– y esta vez el periodista fue Julio Vaqueiro. Al final (minuto 11.46), antes de despedirse, Vaqueiro le pidió un consejo para la profesión. El Papa le dio una de las descripciones más cabales del periodismo: sean poetas. Poetas quiere decir creativos. El periodista no puede ser una má-quina, un papel carbónico que diga matemáticamente lo que pasó. Un periodista tiene que ser creativo, creativo respetando la verdad, la realidad. 

Luego dice que no hay que caer en los cuatro pecados del periodismo: la desinformación, la calumnia, la difamación y la coprofilia, pero esto va para el próximo post.

Como en esta casa hemos comparado muchas veces la profesión de los periodistas con las de los artistas, quiero dejar registro de esta especie de bendición papal a la idea.

Decir la verdad es la obligación esencial del periodismo. Todas las demás características de la profesión pueden ser discutibles y también pueden mutar o tener escalas diversas. La verdad, en cambio, no tiene escalas ni es negociable. Pero lo notable en los dichos de Bergoglio es que los periodistas deben ser poetas. Gran cosa, porque alguno se imaginará que los poetas no respetan la verdad y eso no es así. Los poetas –y todos los artistas– buscan la verdad, lo que pasa es que la buscan a su modo y cada uno la expresa con su estilo, que suele ser mucho más accesible para las audiencias. La verdad de los artistas no es ni más ni menos verdad que la de los científicos, de las religiones o de los jueces. Es solo otro modo de decirla, pero además, en el caso especial del periodismo, su misión es saciar las urgencias de verdad de todo ser humano.

El papa agrega lo de respetar la realidad. La realidad, la historia, lo que pasó... no se puede cambiar. Pero sí se puede cambiar el relato de la historia (que por desgracia en castellano también llamamos historia) y hay muchos modos de contarla sin faltar a la verdad, tantos como personas lo cuenten. Cuando Francisco nos pide a los periodistas que seamos poetas, nos ruega que respetemos la realidad y que a la vez la hagamos atractiva, interesante, apetecible. Lo sabemos los que nos dedicamos a esta profesión, pero es genial que lo diga el papa a todo el mundo y con esas palabras tan claras.

Desde la época de Aristóteles los filósofos sostienen que para decir la verdad primero tenemos que saberla; por eso la definen como la adecuación del pensamiento a la realidad. El que la ignora pero igual la cuenta es un necio; y el que la conoce pero miente es un cínico. Ya decía Ryszard Kapuściński que los cínicos no sirven para este oficio. Pero tampoco sirven los necios: ni los necios, ni los cínicos pueden ser periodistas.

Después de ese consejo, agrega el Papa los cuatro pecados que debe evitar el periodismo, cosa que suele hacer cada vez que le preguntan sobre la profesión:

La desinformación: que es decir lo que conviene y callar lo que no conviene. Está mal porque hay que decirlo todo. Los periodistas sabemos que es preciso hablar con todos los involucrados en el acontecimiento que estamos convirtiendo en noticia. La verdad –y casi siempre la razón– no suele ser la versión de una sola de las partes, pero si igual fuera así, tenemos obligación de dar voz a todas las partes involucradas. Y además tenemos que informar siempre más allá de nuestra propia conveniencia. Otra cosa es la opinión, que es libre para cada uno de los que opinan y por eso es muy importante que en un medio de comunicación se distinga la información de la opinión y de la publicidad.

La calumnia: inventar cosas que no son ciertas. Los periodistas tenemos una obligación especial de decir la verdad, calificada por la profesión, pero también los que no son periodistas están obligados a decir la verdad. Callarse cuando no se puede decir la verdad es un viejo principio de la ética, con el que coinciden todos los mandamientos morales, todas las religiones y todas las leyes. Es que no se podría vivir en el mundo sin este respeto a la verdad. Así como necesitamos el aire para respirar, también necesitamos la verdad para alimentar nuestra razón y, lógicamente, para la vida en sociedad.

Hay muchos modos de decir la verdad, tantos como las personas que la dicen. Y la misma cantidad de modos de mentir. El Papa agrega la idea –que comentaba el domingo pasado– del arte que tenemos los periodistas para hacerla atractiva, y comparaba nuestra creatividad con la de los poetas. Buena comparación porque eso es lo que somos: artistas que respetan a rajatabla la realidad, buscan afiebradamente la verdad y la expresan con arte; ni más ni menos que cualquier poeta o literato. Y en un mundo de mentirosos, los periodistas nos hemos vuelto tan imprescindibles como el aire y los medios como el agua.

La difamación: decir cosas que, aunque sea ciertas, hacen daño. Es la gran diferencia, también en el derecho penal, entre la difamación y la calumnia: la calumnia es una falsedad; la difamación es una verdad pero que no se debe decir por estar fuera de contexto, ser del pasado o de una situación que no tiene nada que ver con la persona involucrada pero que la mancilla. Lo hacemos todos los días todo el tiempo, sobre todo los mayores que nos pasamos la vida juzgando y prejuzgando a nuestros semejantes y cualquier dato nos sirve para etiquetarlos o cancelarlos. Las generaciones más jóvenes, en cambio, han aprendido a no juzgar a la gente: es una gran cosa.

La coprofilia: que el Papa la traduce literalmente como el amor a la caca y la RAE define como atracción fetichista por los excrementos. Es el periodismo que hurga en la porquería, lucra con el morbo, apela a la curiosidad malsana y no a la necesidad de verdad. La coprofilia es una pandemia que se ha instalado en la industria hace muchos años, la vemos todos los días en la televisión, en programas y hasta canales dedicados exclusivamente a revolver excrementos que deberían quedar en la intimidad. Siempre podemos reírnos de un borracho desnudo en lugar de protegerlo de las miradas indiscretas, como hicieron los hijos buenos de Noé.

Periodismo y poesía, en Paper Papers, 26 de junio de 2022