domingo, 30 de julio de 2017

Jorge Lanata, el Polaquito y broncas en el aire

En el programa Periodismo Para Todos del domingo 16 de julio se emitió esta entrevista de Rolando Barbano al Polaquito:


La entrevista provocó la bronca negra de Juan Grabois, referente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular y líder del Movimiento de Trabajadores Excluídos, que los acusó de montar la entrevista y secuestrar al Polaquito. Dialoga con Jorge Lanata en el programa de radio Lanata sin filtro del lunes 17.



Me pareció interesante el artículo de Facundo Falduto publicado el 18 en Perfil:
Pobre Polaquito, pobre Lanata
Pobre Polaquito. ¿Alguien puede dudar de que ese nene de 11 años es la víctima en toda esta situación? Los hechos delictivos que contó (coaccionado o no, secuestrado o no) a las cámaras de Periodismo Para Todos pueden ser reales, o no. Pueden ser la fabulación de un chico con un problema de adicción, o no. Lo que es muy real es la situación en la que vive. El testimonio de Fernanda (su madre) quien denunció además que el menor fue obligado a hablar con los periodistas, es mucho más desgarrador incluso que el suyo. "Gano ocho mil pesos, tengo las AUH de los dos hermanitos y alquilo. Dormimos todos juntos. "El papá está preso desde que el Polaquito tiene 10 meses. La primera vez que me di cuenta que se drogaba con pegamento y la verdad le pegué, lloró y salí a pedir ayuda. Nunca se hizo cargo de que robaba. Cuando se drogaba quedaba como tonto. Mi hijo llega a casa y mira Disney Junior. Un año estuve pidiendo la internación. ¿Ahora me lo van a internar?", son algunas de las frases que dijo la mujer en diálogo con Radio 10, entrevistada por Marcelo Zlotogwiazda.

El problema para el Polaquito es que todos lo miran por lo que representa. Para los impulsores del punitivismo, es una excusa para bajar la edad de imputabilidad. No importa que las cárceles estén colapsadas y en condiciones subhumanas, no importa que sólo uno de los 175 homicidios cometidos en la Ciudad de Buenos Aires en 2015 haya sido perpetrado por un menor de 16 años. Para quienes reclaman mayor asistencia social, es un motivo para reforzar su pedido, aunque 12 años de políticas de inclusión hayan sido insuficientes para ayudar al chico. Para mí es un motivo para escribir esto, lo reconozco, y para muchos que leen es un motivo para indignarse. Nadie lo mira por lo que es: un chico que necesita ayuda. ¿Qué tan alienado hay que estar para ver a un nene de 11 años y con un problema de drogadicción y pensar "esto es una buena nota"?

Grabois tiene razón en cuestionar a Lanata. Haya sido coaccionado o no; sean verdad los crímenes que dijo haber cometido o no; la "nota" de PPT no ayuda a nadie. Menos al Polaquito. ¿Sirvió el informe para impulsar un debate franco sobre asistencialismo y consumos? ¿Ayudó a diseñar o modificar alguna política pública? ¿O funcionó para que cada uno refuerce sus prejuicios, para que quienes piensen que "hay que matarlos a todos" crean que hay que matar a alguien más? Usamos a un chico para enojarnos con quien ya estábamos enojados, y de paso nos enojamos con él. Pobre Polaquito.

Lanata tampoco tiene la culpa de esto. Él también es víctima de una sociedad enferma, aunque en este caso pueda parecer, por momentos, para algunos, victimario. Hace una década que el fundador de Página/12 se dedica al show. Él puede intentar negarlo, y muchos le creerán, pero lo suyo es el espectáculo, al que disfraza de periodismo. Pero hace rato que no es periodismo. En el momento en el que decidió abandonar los cierres de Crítica de la Argentina para hacer stand-up en el Maipo, hace nueve años, él eligió. Y lo que eligió no es el periodismo. No lo cuestiono por eso, es entendible. Hay drogas mucho más duras que el pegamento, el paco, la cocaína o el tabaco. Lanata lo sabe: sigue fumando en un espacio cerrado frente a sus compañeros de radio, a pesar de que le cuesta respirar y de que haya tenido un transplante de riñón. Hay drogas que no están calificadas como sustancias prohibidas, pero que pueden generar mayores dependencias. La adulación, el aplauso, la pantalla son algunas de ellas, y el combo con narcisismo suele pegar muy mal. El problema no es dedicarse a buscar el aplauso; el problema es cuando la droga del aplauso te formatea para ver todo en función del aplauso, para que tu prioridad sea el circuito que satisface esa necesidad, incluso ante un nene de 11 años que tiene un problema con las drogas.

El episodio del Polaquito recuerda a uno que pasó hace 15 años, el de Barbarita, la chica tucumana que lloraba porque tenía hambre. Pueden parecer comparables, pero no lo son. En 2002, Lanata ayudaba a visibilizar a chicos que eran invisibles a la fuerza, que necesitaban algo que la exposición podía, de alguna forma, ayudar a proveer. El Polaquito también necesita ayuda, sí, y visibilizarlo podría a priori parecer la forma de hacerlo. Pero exponerlo en cámara no solo no lo ayuda, sino que lo perjudica, lo estigmatiza, lo hace objetivo de odio. Montar un show en torno al Polaquito no solo no tiene casi nada de periodismo: tiene también muy poco de empatía y humanidad.

Pero Lanata no puede verlo, porque el aplauso solo te prepara para recibir aplausos. No puede siquiera entender en qué términos lo critica Grabois, que intenta apelar, sin éxito, a su sensibilidad. "Ganamos todos los juicios", se limita a responder ante el cuestionamiento. Y no puede hacer otra cosa, aparte de insultar, gritar y cortar. El Lanata que lloraba con Barbarita debería llorar por el Polaquito, pero ante todo debería llorar por lo que el aplauso hizo de sí mismo. Ya es tarde: el aplauso le impide pensar que puede estar equivocado. Pobre Lanata.
Este es el monólogo de Jorge Lanata en el comienzo del programa del domingo 23:




Hoy Perfil publica esta columna de Patricia Nigro:
Polaquito: estrategias para hablar sobre los ‘pibes chorros’ en el hogar
Decir algo que aporte, que sume, al caso del Polaquito, parece superfluo. Como todo “caso mediático” –recomiendo para este tema consultar el libro de Damián Fernández Pedemonte, La violencia del relato–, su impacto emocional y las diferentes aristas que el periodismo llevó a la exacerbación merecen una mirada amplia y comprehensiva.

Hemos escuchado hasta el cansancio a adultos que se intercambian acusaciones unos contra otros, que sólo confunden y dividen a la opinión pública argentina, que lo que no necesita son más divisiones.

Hemos visto una y otra vez la entrevista a este niño que se acusa a sí mismo de delitos reales o ficticios, que sorprende con su conocimiento sobre las armas, que habla de su padre preso, de su adicción a la droga desde los 8 años, que muestra lo que todos sabemos y que nadie quiere ver: la pobreza es la madre de todos los males. El niño es uno en miles, su familia es una en miles. Lo que nos interpela no es el miedo a los llamados “pibes chorros”; lo que nos incomoda es saber que todos somos responsables, en mayor o menor medida, de que tantos argentinos vivan en condiciones indignas.

Es cierto que es una vergüenza la forma en que se politizó la entrevista, que es una vergüenza que haya personas que quieran beneficiarse del horror cotidiano en que viven tantos compatriotas. Desvalidos, sumidos en el hambre y la ignorancia, esclavizados por los grupos que deberían ayudarlos, maltratados por las autoridades que deberían protegerlos.

Además, el responsable de la entrevista nunca respondió cómo se consiguió realmente esa nota. Decir que en un programa como el suyo iba a hacerse una investigación en un jardín de infantes de Lanús roza el surrealismo. Caballero, usted tiene una responsabilidad frente a su audiencia. No insulte la inteligencia de los que lo escuchábamos mal defenderse. Jamás nos explicó cómo se produjo realmente esa edición que vimos en la tele. Nunca supimos qué fines se perseguían al presentar a un chico que le preguntaba al periodista por qué quería saber sobre su vida y éste le mentía al callar que era una nota para la televisión. Si hubiera admitido un solo error, si se hubiera disculpado, muchos pensaríamos distinto de usted.

Claro que hay que hacer visible lo invisible. Claro que la gente que come todos los días, que manda a sus hijos a la escuela, que tiene un trabajo, debe ver la realidad. Porque los gobiernos usan a estos argentinos como les conviene, porque las agrupaciones que dicen defenderlos se enriquecen a costa de ellos, porque nadie los escucha, porque nadie quiere verlos.

¿Qué queda de todo este espectáculo repulsivo? ¿Qué mensaje educativo les dejamos a nuestros hijos que no son pobres? ¿Quién se hará cargo del tremendo desamparo y de la estigmatización, no sólo de los niños sino de todas las familias pobres? Ese es el problema de fondo. Cómodos en nuestras casas, nuestros chicos discuten por qué todavía no les compramos el último modelo de celular; la publicidad les dice que merecen ir a Orlando a conocer Disney World; nosotros los dejamos horas ante las pantallas, porque estamos tan cansados de trabajar que no tenemos tiempo para hacer de padres.

Y muchos de nuestros chicos, a quienes a diario otros chicos les roban sus celulares, pasado el susto ya tienen el nuevo modelo de repuesto. No pienso siquiera en los ricos. Viven tan lejos de esto que no les llegan ni unas cosquillas. Muchos ricos se precian de sus galas fastuosas para recolectar dinero para los pobres. Encerrados queden en su incoherencia.

Pienso, sí, en la indiferencia de los que componemos la clase media respecto de las familias que viven en la indigencia. El padre del Polaquito fue a la cárcel por primera vez a los 18 años. ¿Dónde están nuestros hijos a esa edad? La mayoría estudiando en la universidad. La mayor parte no busca trabajo, porque nosotros, sus padres, trabajamos el doble para que ellos estudien tranquilos, salgan con sus amigos, vacacionen y, con suerte, se vayan de intercambio estudiantil.

Poco les hemos enseñado la cultura del esfuerzo y del ahorro que signó a nuestros padres y abuelos. Pero ¿quién les enseñó algo a tantas familias pobres, a tantas madres, niñas que llevan a sus hijos a la escuela, temprano, con frío, uno en el cochecito, dos caminando con sus mochilas y el cuarto en el vientre? Porque de eso soy testigo todos los días cuando salgo a trabajar. Y, cobarde, nunca me detengo a decirles cuánto las admiro y compadezco a la vez. Porque la lástima nos sale fácil y dura poco.

Nos rasgamos las vestiduras porque la cara del pequeño, del Polaquito, no estaba bien oculta en la nota, clamamos desde los organismos internacionales cómo debe realizar un periodista la cobertura de los menores de edad. (Perdón por usar la palabra “menor” pero, en mi época significaba más pequeño, y ahora los llamados políticamente correctos, como diría Umberto Eco, nos dicen que “menor” alude a criminal).

No son las palabras las que van a mejorar la vida de tantos argentinos. Hagamos silencio de una buena vez. No perdamos el tiempo discutiendo minucias. Sordos al dolor del prójimo, de nuestras bocas fluyen palabras huecas, increíblemente absurdas.

La televisión, los diarios, la radio, se llenan de voces intemperantes. Cada cual lleva agua para su molino y no se acuerda de los miles de polaquitos ni de sus familias, hundidas en el pozo del olvido del 70% de los argentinos que sí tiene agua corriente, que paga la alta tarifa de la luz pero la paga, que tiene auto, que puede darles a sus hijos la leche, el pan, las vacunas, que los manda a la escuela y que les regala muchas otras cosas que no necesitan. De esta manera, a nuestros chicos, que no son pobres, sin darnos cuenta estamos preparándolos para perpetuar la indiferencia por el otro.

Y sí, la voz del Polaquito no se distorsionó como indicaba la normativa. Sin embargo, esa falta de ética periodística permitió –no hay mal que por bien no venga– que la voz del pequeño sonara y clamara en el desierto del corazón de tantos argentinos. Porque así hablan los analfabetos, señores, así hablan los chicos que pasan sus días en la calle, con malas compañías que los inician en la droga, y todos sabemos quiénes se benefician con ese negocio. También sabemos que la droga lleva al crimen.

A diario nuestras propias familias se ven destrozadas por la violencia impune. No obstante, nada mejora. Nos falta el coraje de exigir a funcionarios y políticos que no nos roben más y que usen el dinero de nuestros impuestos para crear viviendas, hospitales bien provistos, cloacas, escuelas en las que los maestros enseñen, trabajo honesto para los padres, jardines maternales para las madres que trabajamos fuera del hogar. Nos falta coraje para demandar justicia por nuestros compatriotas condenados a la pobreza y a recibir migajas de nuestras mesas o subsidios inmorales que los tornan cautivos de delincuentes disfrazados de defensores de los derechos humanos. Lobos con piel de cordero.

No alcanza con el optimismo y con creer que se puede. “Argentinos, a las cosas”, nos dijo Ortega y Gasset. Argentinos, a trabajar por todos, a demandar por nuestros derechos humanos y los de los más indefensos. Basta de discursos. Basta de escuchar y de que nos digan más mentiras. Miremos a nuestros hijos a la cara y preguntémonos a nosotros mismos: si no te enseño el coraje para luchar por tu dignidad y por la de los otros, ¿para qué te estoy educando?

miércoles, 19 de julio de 2017

Afirman que se vende El Día de La Plata


Mire por donde al buscar la portada de hoy me encuentro a El Día de la Plata haciendo declaracionismo. En lugar de averiguar si hay o no errores en la facturación del gas, se conforman con el clásico afirman, el verbo preferido de los data-entries que hacen diarios.

Mientras, le prometo averiguar qué es cierto de todo esto, que si no es verdad es verosímil.

domingo, 16 de julio de 2017

Nadie quiere pagar lo que es gratis


No insista. Nadie le va a pagar por las noticias. El público pagaba el papel y la logística, no las noticias y no compraba el diario si lo podía leer de ojito o manguearlo el bar. No queda otra que cobrar muy poco dinero a muchos, muchísimos, clientes a quienes les llegue periodismo de calidad por las vías que hoy llega la información.

La perversión del periodismo no hará más que mejorar el periodismo, pero mientras llega el momento, tenemos que encontrar la fórmula.

miércoles, 12 de julio de 2017

Qué mina la credibilidad de los periodistas y de los medios

Apareció en CTXT, por Alejandro Falagán. Aquí el link.
La perversión del periodismo 
Por fin la crisis ha terminado, dicen algunos. ¿Hemos regresado al escenario de hace una década? El huracán ha dejado un panorama desolador de desempleo, inseguridad laboral y hundimiento de salarios. Estos no son los únicos factores que han provocado que la profesión periodística se tambalee. Otro es el cambio en los estilos de vida, de trabajo y de negocio que afecta a todos los ámbitos y lugares, y trueca, para bien y para mal, la forma en que la ciudadanía se relaciona con la información, suscitando nuevas posibilidades y también problemas para el ejercicio de la democracia. Estas condiciones adquieren un tenor particular en España, donde están seriamente en cuestión la independencia tanto de los periodistas como de los propios medios, la pluralidad de la oferta informativa o la protección de la libertad de expresión y de prensa.

El mercado informativo está cambiando a pasos agigantados; a la dispersión del poder de la televisión se suma la creciente audiencia de los medios nativos digitales, que cada vez captan más público general o mainstream en España, como evidencia Reuters en su Digital News Report de 2017. Una de las características principales del nuevo paradigma es el crecimiento de las plataformas online, donde se puede recibir información de manera gratuita –un asunto sobre el que se discute hoy en todos los campos, legal, comercial o de responsabilidad con la veracidad--. La nueva lógica informativa pone de manifiesto el rompecabezas de la financiación y exige a los medios buscar nuevas formas de sustento económico, en un marco donde la mayoría de los medios online dependen en gran medida de la publicidad. Esto se debe a que el número de personas dispuestas a pagar por información online es todavía muy pequeño, 9%, según Reuters, y aún más escaso el número de suscriptores, el 4%.


Democracia de audiencias (falseadas)

A pesar de que la televisión sigue siendo el primer medio elegido por los que buscan informarse, estamos dentro de una nueva lógica mediática, con internet ganando terreno y dividiendo la atención de los anunciantes y de los consumidores de noticias y opinión. Parece claro que la manera de adquirir, intercambiar y difundir información ha cambiado. No obstante, el informe anual Bot Traffic Report 2016 de Imperva Incapsula revela que el 51,8% del tráfico mundial de internet es generado por bots. A menudo estos robots son utilizados para generar tráfico adicional en las páginas e “inflar” los datos de audiencia. A pesar de todo, es evidente que los digitales están ganando cada día más terreno. Su creciente influencia se manifiesta en su capacidad para cambiar el foco informativo y reescribir la agenda. Algunos periódicos online se presentan como una alternativa de calidad, veracidad y pluralidad, y recuperan el espíritu del viejo buen periodismo de servicio público. Un ejemplo reciente son las publicaciones de Infolibre, que en mayo de 2017 desveló que el fiscal jefe anticorrupción, Manuel Moix, tenía en España una propiedad encubierta bajo una empresa familiar radicada en Panamá, y que forzaron su dimisión. Indagaciones y revelaciones de este tipo, que se han hecho relativamente frecuentes en los digitales, contribuyen a minar la credibilidad de los medios mainstream.

Pero ¿han mejorado las condiciones de trabajo de los periodistas? La “devaluación de la profesión”, que según el Informe de la Profesión Periodística de 2016, de la APM, perciben el 40,9% de los profesionales, ligada a la precariedad laboral, ha pervertido el ejercicio de la profesión al punto que el periodista se convierte en un “mero recopilador de informaciones”. Además, “el miedo a la pérdida del trabajo se traduce en una práctica menos libre e independiente”, opina el 35,7%. El paro de larga duración crece dramáticamente: entre 2015 y 2016 el número de profesionales que llevan más de tres años desempleados ha pasado del 27,9% al 42,5%. Con ello, las expectativas laborales de los periodistas y de los que pretenden dedicarse a ello se desploman. Si están claros los efectos de esta degradación de las condiciones de trabajo sobre un quehacer profesional que requiere iniciativa, libertad y capacidad de cuestionar el statu quo, hay que señalar también las consecuencias de los dos nuevos modelos de trabajadores que emergen tras la crisis, los becarios y los autónomos, que se presentan como una alternativa más barata y flexible para las empresas.

‘Becarización’, los emprendedores forzosos y los falsos autónomos

Pese a que la figura del becario es muy necesaria en los primeros pasos de la profesión periodística, a menudo ha degenerado en una herramienta para sustituir el trabajo de profesionales a bajo coste o, incluso, de forma gratuita. Según el Informe de la Profesión, el 48,1% de los becarios encuestados declararon que no recibieron remuneración. Además, al 40,7% no se les asignó un tutor durante su beca. Un dato “menor”, pero indicativo de la extensión y naturalización de la irregularidad, con la que el objetivo educativo del becario pasa a un último plano, sin que las asociaciones de la prensa hayan sido capaces de poner freno a estos abusos.

“Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa”. Esta frase del filósofo Byung-ChulHan refleja el paradigma de la actual situación laboral. Cada vez son más los llamados “emprendedores” y los que trabajan de forma autónoma. Sin embargo, esta nueva situación no es considerada ideal entre los profesionales. El 75,1% de los autónomos admite que ha adoptado este régimen laboral forzado por las circunstancias. Este porcentaje ha aumentado en casi tres puntos respecto al año 2014. Se multiplican los casos de los llamados “falsos autónomos”, que incluso cuentan con un lugar fijo en la redacción, y más de la mitad de las mujeres periodistas y casi la mitad de los hombres trabajan en modo freelance, vendiendo sus servicios a varias empresas. Nuevos estilos de precarización y nuevas formas de inseguridad que a menudo lastran o impiden el ejercicio libre y ‘autónomo’ de la profesión.

Diversidad y libertad de la información

La crisis, o la pujanza de ciertos modelos económicos y empresariales, también ha afectado a la diversidad mediática. La Comisión Europea encarga estudios anuales al Media Pluralism Monitor (MPM) sobre el riesgo para el pluralismo informativo en los países de la Unión Europea. Los resultados del último informe de 2016, junto a los anteriores, confirman el alto riesgo para la pluralidad que supone la propiedad cruzada. Las leyes españolas carecen de reglas que se encarguen de limitar la concentración de propiedad de los medios de manera concreta (aunque se contemple de manera general en la Ley de Medios de Comunicación y en la Ley de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia). No hay ningún impedimento legal para la fusión de medios, aunque para los observadores esto afecta de manera negativa al pluralismo mediático del país. La ley ni siquiera contempla la llamada propiedad crossmedia, es decir, una misma empresa podrá seguir adquiriendo medios de distinto tipo, lo que deja al ciudadano sin alternativas reales de información de calidad con las que poder contrastar noticias. Este alto riesgo también se presenta en otros países europeos como Rumanía, Bulgaria, Luxemburgo o Finlandia; mientras que Reino Unido, Francia o Portugal mantienen un riesgo bajo.
Este problema de falta de independencia mediática persiste en nuestro país y ha aumentado desde 2012. Los periodistas se suman a esta denuncia alertando del incremento de presiones recibidas en el Informe de la Profesión. Con frecuencia este asedio a los profesionales lo realizan personas vinculadas con la propiedad o la gestión de los medios (un 37,2%) y, por lo general, el periodista cede a ellas (en un 74,8% de los casos) por miedo a represalias (un 52,9% de las veces). En caso de que el periodista se niegue a ceder a dicha coacción, en más del 48% de los casos, será relegado en la asignación de trabajos. Todos temen lo peor: el paro, los contratos precarios y la frágil condición de autónomo a la que muchos periodistas se ven sometidos. Siempre se puede recurrir a la bolsa de trabajo para encontrar periodistas dispuestos a comulgar con los poderes económicos y políticos.

Si bien la inmensa mayoría de las veces la presión se dirige a los periodistas de base, que se pueden jugar el puesto, también afecta a los altos cargos de las empresas informativas. En 2015 el New York Times recordaba que entre finales de 2014 y 2015 dimitieron tres directores de tres de los periódicos más importantes de España: El País, El Mundo y La Vanguardia. Vinculaba además las renuncias a “intereses políticos y económicos”. Los entes reguladores también se han deteriorado. Como recuerda el MPM, a pesar de estar bajo control parlamentario, ocho de cada diez miembros del Consejo Nacional de los Mercados y la Competencia (el ente regulador) han sido nombrados por el Partido Popular, por lo que “no reflejan el pluralismo de los grupos parlamentarios”. Las oscuras relaciones entre los medios convencionales y los poderes fácticos se han agravado en los últimos tiempos, creando una seria alarma sobre la fiabilidad e independencia de la información, pilar básico de la democracia.

El Consejo de Informativos de RTVE ha denunciado de forma reiterada las malas prácticas de los medios estatales. En su último informe, señala 60 casos de estas malas prácticas entre enero y marzo de este año y alerta del aumento de la censura cuando las noticias perjudican al Partido Popular. Entre otros múltiples ejemplos, en este medio público se minimizaron los datos sobre el último informe de Intermón-Oxfam, ya que perjudicaban “la imagen de España”; y el Canal 24h, también público, no emitió la rueda de prensa de los familiares de las víctimas del Yak-42. Durante el gobierno del Partido Popular, Televisión Española ha perdido espectadores y prestigio. La audiencia de la cadena ha bajado en diez años del 19% al 10,4%. Un dato similar al registrado en Cataluña con TV3: del 26,3% de cuota de pantalla en 2000 al 11,4% en 2016. Por su parte, los españoles que confiaban en la televisión pública para recibir información política y electoral han pasado de un 39,4% en 2011 a un 19,2% en 2016, como indican los resultados del CIS postelectoral. No debemos olvidar la reforma acordada en el Parlamento en junio de 2017 --aunque pospuesta hasta el último trimestre del año-- de la norma que rige el proceso de elección de los miembros del Consejo de Administración y el presidente de RTVE. Podría ser este el camino hacia una televisión y radio públicas más plurales, independientes y transparentes. Está por ver si en la práctica servirá en este caso para reducir el clamoroso control del gobierno sobre los medios de titularidad pública, ya criticado por el MPM de 2016, entre otras instituciones.

La Mordaza

Como muchos otros medios, asociaciones e instituciones nacionales e internacionales, el MPM alerta asimismo de que la reforma del Código Penal en 2015 y la Ley Orgánica 4/2015 de protección de la seguridad ciudadana --ampliamente conocida como Ley Mordaza-- ponen en riesgo la libertad de expresión y el derecho a la información en nuestro país. Conocemos algunos efectos de esta ley en los ciudadanos por el caso Cassandra o el de César Strawberry, entre otros. La comunicación en internet se ha visto de repente coartada por un endurecimiento de las penas por enaltecimiento al terrorismo o por ofensa a las creencias que ha llegado hasta el humor. Resulta contradictorio que, mientras condenamos los ataques a Charlie Hebdo, un concejal de A Coruña haya sido imputado por un cartel de carnaval en el que aparecía la ilustración de un Papa borracho. Este paquete de leyes no solo afecta a la libertad de expresión de los ciudadanos, también alcanza a los profesionales de la comunicación; por ejemplo, la Ley Orgánica 4/2015 establece como delito grave el uso no autorizado de imágenes de las Fuerzas de Seguridad. Los periodistas y medios se ven, de esta forma, amordazados a la hora de informar sobre protestas o manifestaciones y de criticar las acciones de las instituciones estatales.

Una posible conclusión es que la llegada de las redes sociales y de las nuevas formas de comunicación ha contribuido a descolocar al periodismo tradicional, ya de por sí débil por los motivos mencionados, que han deteriorado su calidad. Es necesario cuestionar a los poderes y a los medios, como siempre ha ocurrido, con la importante diferencia de que ahora hay un altavoz. La nueva sociedad digital abre posibilidades para la democratización de la información, si bien se enfrenta a nuevos retos que pueden poner en riesgo la pluralidad, la libertad y la fiabilidad de la información que necesitamos.

martes, 4 de julio de 2017

El periodismo es el futuro del periodismo


Desde que Jeff Bezos se lo llevó al Washington Post casi no lo puede ni ver en el diario. Martin Baron, la estrella de Spotlight no para de viajar. Aquí una nota en el sitio de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) sobre las presentaciones las jornadas de la Associação Brasileira de Jornalismo Investigativo (ABRAJI). En la foto Martin Baron comparte escenario con Rosental Calmon Alves, omnipresente en estos encuentros. Buena idea de ABRAJI, de ADEPA y de Rosental.

Ya sabrá que no me gusta llamar de investigación a ningún periodismo porque no hay periodismo sin investigación. Es al fin y al cabo lo que dice Baron cuando dice que el Washington Post siempre hace periodismo de investigación. Es que el periodismo es el futuro del periodismo.