miércoles, 10 de julio de 2024

Pasaron

El jueves 4, Valeurs Actuelles (una revista de la derecha francesa), publicó No pasarán ! (en castellano pero con signo de admiración en francés) con las fotos de Jean-Luc Mélenchon y Emmanuel Macron (izquierda y centro) a quienes califica de duo indigno, los que pasaron primero y segundo delante de la RN, el partido que aglutinó casi todo el arco político de la derecha francesa.


Ayer l'Équipe tituló NO PASARÁN, también en castellano pero sin signos de exclamación, como previo al partido con España por la Eurocopa, que ganó España 2-1.


El grito ¡No pasarán! nació durante la Guerra Civil española (1936-1939) y fue el lema de las fuerzas republicanas en contra de los llamados nacionales. No importan ahora los pormenores de esa historia, pero sí que los nacionales pasaron (en la Argentina se diría que los pasaron por arriba).


Eso nomás, siempre que alguien dijo ¡no pasarán!, los que no tenían que pasar, pasaron. Quizá no lo saben en Francia, pero no es tan difícil entender que no pasarán es el grito agónico que les queda a los que serán derrotados por los que vienen avanzando victoriosos.

sábado, 6 de julio de 2024

Otro NON de Libération

Como el 22 de abril de 2002 a Jean-Marie Le Pen y el 2 de mayo de 2017 a Marine Le Pen, hoy Libération sale con un NON rotundo a Jordan Bardella, para la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias de mañana.

martes, 2 de julio de 2024

Endogamia histórica en Francia

Hoy l'Humanité y Libération de París coinciden en el título DÉSISTE, PROUVE QUE TU RÉSISTES, prestado por la letra de la canción Résiste de France Gall. Es una de las coincidencias más notables y aseguran que fue completamente involuntario. Desiste, prueba que resistes es la versión en castellano (muy parecida a la francesa), pero mejor queda renuncia que es lo que le pide la prensa de izquierdas a Emmanuel Macron para poner todo el esfuerzo en ganarle el domingo 7 al arco político de derechas representado por el partido Rassemblement national (RN). 



Aquí una nota de hoy en la versión francesa del Huffington Post.

Así funciona la endogamia de la profesión: se nos ocurren las mismas ideas y hacemos los mismos diarios en redacciones distintas y distantes.

lunes, 17 de junio de 2024

Semejanzas involuntarias y desayuno

El New York Times de hoy abre su portada con una foto bastante grande que ilustra una larga nota sobre los chechenos que luchan para Rusia en su guerra de invasión contra Ucrania. La foto no pasa la prueba del desayuno, ese estándar que decía que un periódico no debe publicar fotos que estropeen el desayuno de sus lectores. Hoy el criterio cambió porque todos entendemos que también es misión de periodismo estropearle el desayuno a los lectores.

La de la portada y el resto de las fotos del reportaje son de Nanna Heitmann (Magnum), gran fotoperiodista alemana basada en Rusia.

Aquí el detalle:

Tiene algo de la foto del Che Guevara muerto, tomada por Freddy Alborta Trigo el 9 de octubre de 1967 en la morgue del hospital de Valle Grande, Bolivia:

Y de La lección de anatomía del doctor Nicolaes Tulp, de Rembrandt van Rijn, pintada en 1632:



Otras semejanzas involuntarias, en Paper Papers, 15 de diciembre de 2008.

jueves, 9 de mayo de 2024

Siete portadas de Zero Hora de Porto Alegre

Jueves 2 de mayo
Viernes 3 de mayo
Sábado 4 y domingo 5 de mayo
Lunes 6 de mayo
Martes 7 de mayo
Miércoles 8 de mayo
Jueves 9 de mayo

jueves, 28 de marzo de 2024

¿A quién se le ocurre imprimir un diario en 2021?

Hoy ha dejado de salir a la calle El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica. Pretendía ser un periódico nacional, de papel y en Madrid, aunque también se imprimía una edición en Barcelona: la versión para España de El Periódico de Catalunya. Duró solo 30 meses. Aquí la sorprendente explicación de la empresa que aparece hoy en la portada del diario: era solo una etapa para instalar la marca. Vaya.
CRECIMIENTO ESTRATÉGICO

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA redobla su apuesta por la edición digital

Con EPE ya son cuatro las cabeceras que Prensa Ibérica coloca en el ranking de los 15 diarios más leídos del país

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA (EPE) se ha consolidado como uno de los diarios más relevantes del Grupo Prensa Ibérica, según constatan los datos ofrecidos por GFK para el mes de febrero, al tiempo que ha entrado con fuerza en el actual ecosistema de medios nacionales y se ha convertido en una de las cabeceras que con sus informaciones y exclusivas, especialmente en el campo de la investigación, la economía y la política marca una tendencia de crecimiento constante en número de lectores con más de 5,5 millones de lectores mensuales de media en lo que va de año, como apunta el medidor oficial.

Cumplidos estos hitos, EL PERIÓDICO DE ESPAÑA se adentra en una nueva y ambiciosa etapa con renovados objetivos que conllevarán a una interesante oferta en contenidos y formatos digitales, en un momento en el que el usuario demanda poder leer, pero también escuchar y ver informaciones distintas y originales a través de un diario referente como ya es EPE.

Además, la innovadora y diferenciada apuesta de Prensa Ibérica de trabajo de redacciones en red, coordinando el esfuerzo de sus ya 27 cabeceras para hacer un periodismo único en España y lleno de matices, ha aportado al diario nacional un excelente valor añadido reconocido por los lectores como seña de identidad y que, en los próximos meses, se plasmará en más y mejores formatos en este diario.

La implementación de todos estos proyectos supondrá que esta cabecera, que nació hace 30 meses como un diario digital que, en su arranque, se apoyaba estratégicamente también en una versión impresa para acelerar así su crecimiento y la notoriedad de su nueva marca en un competitivo mercado nacional, da por superada esa etapa de lanzamiento y centra ahora todas sus energías, efectivos y recursos en su versión digital www.epe.es, marcando la fecha del jueves 28 de marzo de 2024 como la última en la que EL PERIÓDICO DE ESPAÑA será difundido en papel. Con EPE ya son cuatro las cabeceras que Prensa Ibérica coloca en el ranking de los quince periódicos más leídos del país.
 

Esto decían el día de su inauguración, el 12 de octubre de 2021:

Prensa Ibérica presenta ‘El Periódico de España’ con un gran acto en Madrid

El grupo de comunicación al que pertenece El Periódico de Catalunya reunirá a numerosas autoridades y personalidades de toda España en la puesta de largo de la nueva cabecera

Nace 'El Periódico de España', el nuevo diario impreso y digital de cobertura nacional que permitirá a la compañía que preside Javier Moll dar el salto a Madrid después de consolidarse como grupo líder de la información regional y local en España.

Dirigido por el periodista Fernando Garea y desde una decidida apuesta por la información de calidad, el nuevo diario está llamado a contribuir a la vertebración territorial y al progreso de nuestra sociedad.

'El Periódico de España' llega en 2021 para dar cuenta del cambio de ciclo que se ha abierto en el país y para acompañar las transformaciones políticas, sociales y económicas que empiezan a despuntar. En un momento en que los territorios reclaman tener más voz; cuando algunas banderas tornan en valores de consenso; cuando crecen las opciones políticas y el diálogo es una necesidad acuciante, aparece un diario para recoger el signo de los nuevos tiempos.

Un proyecto que trabajará por la democracia desde el rigor, pero también desde la defensa de la igualdad, la pluralidad y la libertad a través de sus páginas. Unos principios que ya figuran en nuestra Constitución y que, lejos de perder vigencia, se han vuelto más necesarios que nunca, en un momento difícil para la cohesión y la estabilidad política, pero donde han surgido luchas comunes y una conciencia social hacia asuntos hoy prioritarios como la sostenibilidad o los derechos de la mujer.

Reflejo de una era

Esta apuesta de Prensa Ibérica por la información nacional llega en un momento histórico. Este 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional, sale a la calle 'El Periódico de España', que se abre paso un año y medio después de que la pandemia rompiera todos los esquemas conocidos, desde el sanitario hasta el científico pasando por el económico.

La nueva cabecera será testigo y altavoz de los hitos en este cambio de ciclo y será pionera en la forma de hacerlo: a través de una experiencia inédita en el mundo periodístico, con un proyecto que, en lugar de implantarse en Madrid y abrirse paso a través de delegaciones, cuenta antes con un asentado arraigo territorial y con una importante red de cabeceras por todo el país. Un diario que nace con vocación de escucha y que pretende dar voz a la información que queda fuera de la capital, aprovechando todo el potencial que brinda el plantel de periodistas del grupo, conformado por más 1.200 profesionales. Un equipo que, desde distintos barcos, remará por ofrecer un periódico de calidad y permitirá alumbrar un producto novedoso.

Referente informativo

El equipo de 'El Periódico de España' trabajará por la información por encima de cualquier otro ámbito y más allá de cualquier interés, con independencia y rigor, y centrando el trabajo de los periodistas en brindar exclusivas, primicias y enfoques propios. El objetivo es ofrecer al lector un valor añadido que trascienda la actualidad. Todo ello sin renunciar a la última hora, un elemento esencial para este diario, que cuenta con un potente equipo para narrar en vivo lo que suceda en cada momento.

Uno de los principales retos del nuevo medio consistirá precisamente en contar las noticias antes, pero también en marcar la diferencia en el cómo: hacerlo de una manera original, sorprendiendo al lector, generando interés y abriendo nuevos focos de discusión en la vida pública.

El planteamiento periodístico de fondo pivotará sobre una segunda velocidad que permite a los redactores desprenderse de la dictadura de la inmediatez y centrarse en el porqué: en el qué pasa cuando todo está pasando, y en el qué va a pasar cuando el presente parece aún incierto.

Un lugar al que volver

El nuevo medio tendrá también una versión en papel, de venta en los quioscos de Madrid de lunes a viernes, y los contenidos elaborados en la redacción podrán leerse además en las páginas de las 24 cabeceras del grupo. Frente a la velocidad de la información, la prioridad será dar noticias que marquen el devenir, convirtiendo el papel en un lugar al que volver. Con su redacción en el centro de la capital, próxima a Cibeles y al Congreso de los Diputados, 'El Periódico de España' busca ser un lugar de reencuentro. Para ello se ha implementado una plataforma que permite compartir contenidos desde las 25 redacciones de Prensa Ibérica con el objetivo de sacar el máximo partido al trabajo periodístico. Estas sinergias permitirán intercambiar información de valor desde los distintos territorios.


Nuevo periódico nacional del grupo Prensa Ibérica, en Paper Papers, 12 de octubre de 2021

domingo, 10 de marzo de 2024

Periodismo caro y periodismo barato

El periodismo tuvo su edad de oro con los periódicos que le dieron nombre: fue durante casi todo el siglo XX, pero más precisamente podría ubicarse entre 1910 y 2010, para respetar lo del siglo. A principios del siglo pasado nacieron los diarios de gran circulación, gracias a la coincidencia de tres factores: la alfabetización generalizada de la población; la rotativa que permitió imprimir a gran velocidad usando rollos de papel en lugar de láminas; y la linotipia que jubiló a los tipos móviles. Durante esos 100 años el soporte rey de todas las noticas fue el papel y quienes compraban papel, imprimían papel y vendían papel impreso explotaban unas industrias enormes y un gran esfuerzo logístico pegado a la redacción, como se llama en castellano al espacio donde trabajan los periodistas, redactores al fin y al cabo, que era y es todavía un espacio pequeño en relación al dinosaurio que escupe papel impreso encerrado en el taller de al lado.

Los que están en crisis son los periódicos pero eso tampoco es una novedad. Los antiguos medios ya no son diarios sino marcas formidables que certifican el periodismo de sus plataformas. La esencia del negocio del periodismo nunca fue imprimir papel: papel era lo que había y sirvió de soporte durante algunos siglos, especialmente en el último, en el que se sumó la publicidad y volvió millonarios a los dueños de la industria que compraba, imprimía, transportaba y vendía papel impreso.

El periodismo sigue intacto y cada vez más saludable porque ya no depende de grandes sumas de dinero para solventar esa complicada logística y alimentar su dinosaurio con toneladas de papel y hectolitros de tinta a gran velocidad. El soporte barato ha reducido la escala de las empresas periodísticas, pero no su esencia.


Hoy lo caro ya no es el papel ni la logística, no porque sean baratos (son carísimos) sino porque ya no sirven como soporte a la publicidad ni al periodismo. Hoy lo caro del periodismo es la información y lo barato es la opinión; y es una de las mejores noticias para la profesión. Algo así decía Andrew Mango allá por los años 80 del siglo pasado.

Caro es averiguar qué pasó y barato, o gratis, es pedir opinión sobre lo que pasó. Cuando digo averiguar qué pasó estoy diciendo conocer la verdad hasta sus últimas consecuencias y no solo lo que aparece como verdad. Periodismo no es decir lo que otros dicen sino averiguar si lo que otros dicen es verdad o mentira. Periodismo es investigar lo que hay detrás de la cortina; conocer la historia que se esconde debajo de la alfombra; las causas poco naturales de lo que vemos como natural; las intenciones que mueven los hechos que parecen fortuitos; los intereses escondidos, buenos o malos de los acontecimientos. Y para todo eso no hace falta papel sino talento, dedicación, pasión por la verdad, paciencia... y mucho coraje.

* * *

Este post es parte de la columna publicada hoy en El Territorio (Misiones, Argentina) 

lunes, 4 de marzo de 2024

Independencia para buscar la verdad y comprender el mundo

Les paso la transcripción en castellano del la Conferencia Conmemorativa Reuters 2024, pronunciada hoy por Arthur Gregg Sulzberger en Londres. Es del periodista bahiense Abel Escudero Zadrayec consultor del Instituto Reuters y director del medio 8000, en Bahía Blanca (Argentina). El original en inglés está aquí, y la transcripción aquí. Y aquí abajo, el video completo.

 

La independencia periodística en tiempos de división

Es un honor estar aquí para pronunciar la conferencia de este año. El Instituto Reuters ha sido un recurso inestimable para muchos de quienes estamos involucrados en la difícil tarea de tratar de abrir un camino sostenible para el periodismo de calidad. Y me siento afortunado de recibir una bienvenida tan cálida en Oxford, a pesar de los muchos agravios que el New York Times ha dirigido a la cultura británica (les aseguro que todos ellos absolutamente involuntarios), como esa sugerencia blasfema de que el típico desayuno inglés completo puede prepararse en una sola bandeja en el horno.

En el lapso relativamente breve que transcurrió desde que me pidieron que hablara hasta hoy, de alguna manera han empeorado aún más las malas noticias en torno al sector periodístico. No es una buena señal cuando dos revistas recurren a la expresión “evento cercano a la extinción” en sus títulos sobre las perspectivas para los medios.

En mi país, en los últimos quince años ha desaparecido alrededor de un tercio de los puestos laborales en las redacciones, y los periódicos locales continúan cerrando a razón de más de dos por semana. Los reporteros que tienen la suerte de seguir trabajando carecen a menudo del apoyo necesario para hacer reportajes originales de relevancia: no sólo dinero sino tiempo, la orientación de editores experimentados y la posibilidad de ir al terreno para hablar con las personas sobre las que escriben.

Por si fuera poco, la labor periodística en sí también se ha vuelto más complicada. Las amenazas, el acoso y los ataques a reporteros siguen aumentando, atizados por una retórica contra la prensa que califica al periodismo como “noticias falsas” y a quienes lo ejercen como “enemigos del pueblo”. Por supuesto, no es éste un problema que se ciña sólo a Estados Unidos o Gran Bretaña: en todo el mundo, cantidades casi récord de colegas son asesinados y encarcelados. Además, las iniciativas cada vez más agresivas para despojar a los periodistas de sus derechos históricos van socavando las coberturas independientes, incluso en países con tradición de apoyo a la libertad de expresión y la libertad de prensa.

Mientras luchan contra estas presiones, los medios deben competir en un ecosistema informativo dominado por un puñado de gigantes tecnológicos y contaminado por la desinformación, las teorías conspirativas, la propaganda y el clickbait, lo que erosiona aún más la confianza en los medios. El Instituto Reuters nos dice que la confianza de los estadounidenses en los medios, que antes era sólida, pasó a ser una de las más bajas del mundo y está hoy muy por detrás de países donde los medios son controlados por gobiernos represivos. En el Reino Unido el panorama es apenas levemente mejor.

La llegada de la inteligencia artificial generativa promete empeorar ahora cada uno de los retos a los que se enfrentan los medios a menos que quienes desarrollan esta poderosa tecnología (y los marcos para regularla) garanticen que la IA se usará para impulsar un ecosistema informativo confiable y no para acelerar su defunción.

Por qué importa la independencia periodística

Entonces, cuando mi profesión lidia con más amenazas existenciales de las que cabrían en una película de terror con alto presupuesto, ¿por qué he decidido venir aquí a hablar del concepto comparativamente esotérico de la independencia periodística?

Porque esta época ha hecho que la independencia periodística sea más difícil que nunca, más rara que nunca y, creo, más importante que nunca.

El mundo se enfrenta a desafíos gigantescos: desde la aceleración del cambio climático hasta la persistente desigualdad, pasando por la disrupción tecnológica, la erosión democrática y conflictos globales aparentemente incurables. Mientras tanto, las epidemias de desinformación y polarización complican cada vez más la búsqueda de soluciones. A fin de superar aquellas fuerzas y unir a las comunidades para que entiendan las opciones disponibles, tomen decisiones difíciles y actúen, se requieren hechos fiables y comprensión mutua.

Y hechos y comprensión es precisamente lo que el periodismo independiente ofrece a la sociedad.

Sin embargo, desde mi rol como editor del New York Times me sigue sorprendiendo la creciente resistencia hacia el periodismo independiente.

No hace mucho tiempo, desde la ventana de mi oficina en el centro de Manhattan, observé a un grupo de gente protestando contra nuestro supuesto sesgo anti-palestino; estaban justo debajo de un cartel publicitario que denunciaba nuestro supuesto sesgo anti-israelí... Me quedé con la desconcertante impresión de que una audiencia cada vez más homogénea e intensamente polarizada tal vez esté más unida en la creencia de que cualquier periodista que desafíe su relato seguramente se equivoca.

Hoy me gustaría defender la importancia del periodismo independiente, y me gustaría hacerlo sin cantar nuestros grandes éxitos, sino hablando de aspectos de nuestra cobertura que se cuestionan de forma feroz y que se refieren a temas que dividen y que son difíciles de abordar en la sociedad, como la guerra en Ucrania, los debates sobre los derechos trans y el conflicto en Oriente Próximo.

Para que quede claro: si voy a abordar asuntos tan complicados no es porque me quiera electrocutar. Toco estos asuntos porque las situaciones que más nos dividen son también las que más se benefician de que exista una prensa independiente y comprometida con la tarea de recopilar hechos, ofrecer contexto y fomentar el entendimiento necesario para hallar soluciones. También son los temas en los que una posición independiente tiene más probabilidades de ser calificada como amoral e incluso peligrosa. Como este tipo de críticas se convierten en el costo previsible de ejercer un periodismo independiente, es relevante comprender su dinámica y el sentimiento, quizá sorprendente, que creo que suele animarlas.

Qué entiendo por independencia periodística

Permítanme hacer un paréntesis aquí para definir qué entiendo por independencia periodística.

Se puede definir como un compromiso de primer orden con mantener una mente abierta. La independencia periodística exige una voluntad de seguir los hechos, incluso cuando nos alejan de lo que suponíamos verdadero. Una voluntad de involucrarse, de modo a la vez empática y escéptica, con una amplia variedad de personas y de miradas. Una insistencia en reflejar el mundo tal y como es, no como uno desea que sea. Una postura de curiosidad más que de convicción, y de humildad más que de rectitud.

Cuando hay pruebas abrumadoras, la independencia significa exponer claramente los hechos, aunque parezcan favorecer a una de las partes. Y en los casos (mucho más frecuentes) en que los hechos no están claros o su interpretación es objeto de un debate razonable, la independencia significa armar a los lectores con herramientas para que comprendan y digieran por sí mismos esa ambigüedad.

Independencia no implica un falso equilibrio. No significa centrismo ni neoliberalismo ni defensa del statu quo. No es un pase libre para hacer una cobertura inexacta o injusta. Y tampoco se trata de una característica personal innata.

Es una disciplina profesional con la que los periodistas deben comprometerse cada día.

Esta disciplina se basa en los procesos: cosas como pedir una variedad de perspectivas, la confirmación de múltiples fuentes, la verificación de hechos, las directrices éticas, las prohibiciones por conflictos de intereses. Requiere diversidad, en el sentido más amplio; las redacciones que acogen a reporteros con distintos orígenes, experiencias y cosmovisiones descubrirán más historias y las impregnarán de mayores matices y conocimientos.

La disciplina del periodismo también demanda cierta valentía personal. Uno tiene que estar dispuesto a desafiar lo que todo el mundo da por cierto y el pensamiento de grupo. Uno tiene que estar dispuesto a tomar una historia simple, sencilla o cómoda y complicarla con verdades que la gente no quiere escuchar. Más que nunca, uno tiene que estar dispuesto a resistir en medio del torrente de agresiones que a menudo sucede a cada publicación.

Y uno tiene que estar dispuesto a reconocer que no siempre acertamos, que a veces los críticos tienen razón. La independencia no debe utilizarse como escudo para eludir quejas legítimas o para ocultar errores. Como todos los medios, el Times se equivoca, y a veces mucho. Nuestros errores en historias importantes como la guerra en Irak o la crisis del sida nos ofrecen muchas razones para ser humildes. Perseguir la verdad dondequiera que nos lleve a veces significa reconocer nuestros propios errores y corregirlos de manera total y transparente. Eso también es independencia.

En la práctica, el periodismo independiente evoluciona permanentemente. Pero en esencia sigue siendo el mismo modelo profesional que mi tatarabuelo Adolph Ochs defendió al prometer en 1896 que el Times publicaría las noticias “imparcialmente, sin miedo y sin favorecer a nadie, ni a partidos ni a sectas ni a intereses”. Para cinco generaciones de mi familia, honrar ese compromiso y difundir el mensaje ha sido la misión central de nuestras vidas.

No obstante, la independencia periodística siempre ha tenido sus detractores. Durante mucho tiempo ha sido cuestionada por personas de derechas que consideran que así se enmascara un sesgo liberal omnipresente en las redacciones. Durante mucho tiempo ha sido cuestionada por personas de izquierdas, que señalan que así se privilegia una cosmovisión heterosexual, blanca y masculina que apuntala las estructuras de poder existentes. Y es cada vez más cuestionada por algunos periodistas, que sostienen que una sociedad con desafíos existenciales no puede permitirse una prensa imparcial centrada en compartir información en lugar de hacer campaña para impulsar cambios. Desde este punto de vista, la independencia es un lujo de tiempos pacíficos.

Pero la dinámica más reciente (y la más difícil de gestionar) es que la independencia periodística ahora es cuestionada por casi todos los grupos que cubrimos en casi todos los temas que cubrimos. En los últimos años, el Times ha sido acusado de anti-blanco, anti-asiático, anti-inuit, anti-hindú, anti-católico, anti-hasídico, anti-africano y anti-europeo. Nos han acusado de estar en contra de la escuela pública y de Harvard, en contra del fracking y del medioambiente, en contra de los consejeros delegados y de los sindicatos, en contra de Elon Musk y de la Reina Isabel, en contra de las cripto-monedas y de los pantalones de yoga. Lamentablemente, no es una lista completa ni mucho menos.

¿Por qué ocurre esto? Como nunca antes, la era de las redes sociales anima al público a organizarse de forma independiente en comunidades que comparten una identidad, un interés o una cosmovisión. Estos grupos construyen sus propios relatos, que se van endureciendo y se vuelven más extremos. Las voces más potentes se alzan a la cima: así sucede inevitablemente en los entornos digitales. Estas cámaras de eco celebran aquello que se ajusta a sus narrativas y combaten aquello que las desafía.

Esas posiciones suelen ser sinceras. Pero el objetivo fundamental de los vítores y los abucheos es cambiar la cobertura: que sea más favorable a sus intereses y que resulte más incómodo informar sobre aquello que no les gusta. A veces, esto implica aprovechar algún artículo ofensivo aislado como prueba de ciertas intenciones ocultas, en lugar de verlo como parte de una cobertura que explora un tema desde varios ángulos y perspectivas. Un estudio demostró que la mayoría de la gente ni siquiera lee un artículo antes de compartirlo en redes: esto significa que a menudo las quejas se entienden mejor como muestras de solidaridad dentro de un grupo que como críticas bien fundadas.

Philip Bump, columnista del Washington Post, describió recientemente este tipo de críticas como un “ruido omnipresente” de quienes “se envalentonan para detestar la información periodística que los desafía y ven a esos reporteros como una amenaza”.

Tressie McMillan Cottom, integrante de la sección de opinión del Times, explicó que las audiencias evitan espacios compartidos y prefieren campamentos ideológicos: "No sólo queremos contenidos personalizados: queremos contenidos personalizados que confirmen nuestras identidades políticas y que no las desafíen".

Y David French, también columnista del Times, señaló que estas dinámicas alimentan a la que posiblemente sea “la generación de personas más integralmente, voluntariamente y conjuntamente desinformada que jamás haya pisado la Tierra”. French escribió: “No estamos desinformados porque el Gobierno mienta sistemáticamente o suprima la verdad: estamos desinformados porque nos gusta la desinformación que recibimos y deseamos más".

Más allá de que se unan a partir de la orientación política, la nacionalidad, la raza, el sexo, la religión, la profesión o cualquier otra cosa, he llegado a pensar que la gran mayoría de estos grupos comparten esencialmente una profunda sensación de vulnerabilidad, quizá incluso existencial.

En varios casos resulta comprensible. Vivimos en una época en la que muchos se sienten amenazados (a menudo, justificadamente) por el incremento de la intolerancia y por una desigualdad masiva, por la inestabilidad social y por un fervor por derribar el sistema. Pero la historia nos enseña que el tribalismo, la polarización y la narrativa de vulnerabilidad constituyen una mezcla peligrosa. Combinadas, avivan el absolutismo, apagan la tolerancia y suelen dar lugar a una pregunta que se esconde detrás de muchos de los peores episodios de la sociedad: “¿Estás con nosotros o contra nosotros?”. Esta pregunta se dirige cada vez más a los periodistas.

Les puedo asegurar que resulta extremadamente tentador defender la independencia periodística recurriendo a ejemplos egoístas y alegres sobre lo bien que el Times ha mostrado valor y cómo al hacerlo hemos mejorado el mundo.

Son historias muy celebradas que muestran cómo desafiamos a los presidentes para que el público reciba información esencial, tal como ocurrió al publicar los “papeles del Pentágono” [documentos oficiales secretos sobre la implicación de Estados Unidos en la guerra de Vietnam entre 1945 y 1967]. Cómo expusimos patrones de acoso y abuso cometidos por hombres prominentes, lo que ayudó a desencadenar el movimiento #MeToo. Cómo revelamos secretos que los poderosos y los gobiernos querían mantener ocultos, lo que forzó rendiciones de cuentas y reformas significativas en innumerables áreas de interés público: desde documentar el empleo ilegal generalizado de niños migrantes en trabajos peligrosos hasta mostrar que el programa estadounidense de drones de guerra ha estado sistemáticamente plagado de inteligencia defectuosa, objetivos imprecisos y desconsideración por la vida humana.

Sin embargo, la mejor manera de saber si vivimos de acuerdo con nuestros valores no es ver los casos que se celebran sino aquellos que se cuestionan. Pienso en mi colega a quien llamaron “peón de los republicanos” por sacar a la luz el servidor privado de correo electrónico de Hillary Clinton, y a quien luego le dijeron “peón de los demócratas” por exponer los numerosos intentos de Donald Trump de socavar las investigaciones sobre sus actos. O en mis colegas que enfurecieron a todas las partes en el debate sobre el aborto porque escucharon a todas las partes en el debate sobre el aborto, y luego hicieron lo posible para representar esas perspectivas de la mejor manera posible.

Voy a explorar algunos ejemplos notorios como estos, no para sonar como alguien atribulado o a la defensiva sino para ilustrar la difícil realidad cotidiana del periodismo independiente. Y para dejar claro por qué la lucha merece la pena.

Cubrir la guerra de Ucrania

Empecemos por Ucrania. Cuando Rusia sacudió al mundo hace dos años con su invasión, en un acto de agresión no provocado, nuestros reporteros ya llevaban meses cubriendo la escalada de tensiones. Y permanecieron en el terreno, soportando las mismas bombas y los mismos disparos que el pueblo ucraniano, para que el público recibiera información esencial sobre el conflicto.

Hemos documentado las atrocidades de Rusia, sus fracasos militares y el modo en que ha engañado y perseguido a su propia gente. Nuestras investigaciones han probado que los soldados rusos mataron sistemáticamente a civiles ucranianos, y las evidencias se han utilizado desde entonces para investigar crímenes de guerra. Difundimos historias sobre el estado de la guerra, pero también sobre ucranianos que tomaron las armas, que perdieron la vida o que volvieron a empezar lejos de casa.

Pero a veces nuestros periodistas encuentran historias que los líderes ucranianos no quieren que se sepan. Revelamos que sus militares usaron municiones de racimo, que están prohibidas internacionalmente y que matan de forma desproporcionada a civiles, sobre todo a niños. Informamos que los generales ucranianos sufrían tal escasez de material en el frente que a menudo intercambiaban suministros entre ellos. Por escribir este tipo de artículos, nuestros corresponsales han sido castigados por los líderes ucranianos, que suelen tachar de propaganda rusa al periodismo que cuestiona su versión oficial.

Es comprensible que los ucranianos traten de evitar cualquier cosa que mínimamente pueda poner en peligro a su país, envalentonar a sus enemigos, erosionar el apoyo de sus aliados o minar la confianza de su pueblo. Pero el deseo de no saber, que surge del miedo, es uno de los impulsos humanos más contraproducentes. El periodismo independiente es fundamental para que la audiencia (incluida la audiencia ucraniana) comprenda la realidad. Un relato certero de la escasez de suministros, por ejemplo, resulta clave para tomar decisiones en el campo de batalla, desde cómo desplegar mejor los limitados recursos hasta entender la urgencia de contar con apoyo militar internacional adicional.

Cubrir las cuestiones trans

Permítanme ofrecerles un segundo ejemplo, relacionado con otro grupo que tiene buenas razones para sentirse en peligro. En los últimos años, el Times ha cubierto ampliamente la oleada de medidas anti-trans que avanzan en varias legislaturas estadounidenses. Hemos informado sobre los ataques y la discriminación que sufren las personas trans. Y hemos destacado historias de personas trans de todo el mundo que quiebran barreras y logran reconocimiento. También hemos publicado, con imparcialidad y empatía, los debates alrededor de las intervenciones médicas a niños trans, un asunto que provoca desacuerdos incluso dentro de la comunidad trans, entre padres y madres y entre proveedores especializados.

Esta última clase de artículos constituye un pequeño porcentaje de nuestra cobertura: quizá una docena entre cientos de artículos. Sin embargo, estos textos los han presentado a menudo activistas trans como la prueba de que el Times cuestiona “el derecho de las personas trans a existir”. Muchas de las críticas ni siquiera se centran en los hechos, sino en el impacto que pueden tener cuando caen en las manos equivocadas. Subrayan casos en los que nuestra información ha sido citada en leyes y demandas por parte de quienes pretenden restringir los derechos de las personas trans, incluyendo la atención médica.

El argumento de que no deben revelarse datos que puedan ser mal empleados es obviamente anti-periodístico. Hacer eso daría al público buenas razones para creer que los periodistas moldean la realidad al servicio de intereses ocultos. Y al mismo tiempo, haría más difícil que la gente creyera cualquier otra cosa que publicáramos. Pero también puede hacer un flaco favor a la misma gente que esos críticos intentan defender.

Sabemos que nuestros reportajes han sido un recurso inestimable para niños, padres y proveedores que toman decisiones sobre la atención médica. Algunas personas trans nos han comentado su temor de que el Times deje de informar sobre estos temas, dado que no podrían tomar decisiones médicas importantes basándose en la ciencia sino sólo en argumentarios de activistas. Y algunos profesionales dedicados a atender a personas trans nos han expresado su alarma frente a la posibilidad de ser descartados y condenados al ostracismo sólo por plantear que este campo médico aún incipiente necesita seguir evolucionando.

Después de investigar las quejas sobre nuestro trabajo en torno a este tema, un crítico de medios concluyó: “El verdadero propósito del ataque al Times es disuadir a quienes escriben reportajes en profundidad sobre la atención sanitaria a las personas trans, o directamente ponerle fin a esa cobertura".

Cubrir el conflicto palestino-israelí

Luego está el conflicto palestino-israelí: no hay historia cuestionada con más vehemencia y más envuelta en relatos de suma cero. Dos pueblos que reclaman la misma tierra, cada uno con argumentos apoyados no sólo en la historia sino también en la religión. Dos pueblos cuyo pasado y cuyo presente ofrecen una multitud de razones para sentir vulnerabilidad existencial.

El periodismo independiente es necesario para proporcionar información, para exigir responsabilidades a los gobernantes y para exponer las experiencias de los afectados por la guerra, y así dar al público la oportunidad de comprender qué impulsa el conflicto y qué impide avanzar hacia su resolución.

Mis colegas han detallado minuciosamente los atentados terroristas del 7 de octubre, y han mostrado cómo los combatientes de Hamás invadieron Israel, cómo mataron, agredieron sexualmente y secuestraron a más de mil personas y cómo se replegaron a un sistema de túneles diseñado para protegerse a costa de la población civil. A través de reportajes sobre el terreno y de videos en las redes sociales e imágenes satelitales, hemos registrado la magnitud de la destrucción que Israel ha provocado en Gaza y la enorme mortandad de civiles, especialmente niños.

Hemos expuesto el uso extendido por parte de Israel de bombas de 1.000 kilos poco precisas, la demolición deliberada de escuelas, mezquitas y hogares, y la lucha por satisfacer necesidades básicas como la comida, el agua, el refugio y la atención médica. Revelamos que funcionarios israelíes ignoraron advertencias precisas sobre los planes de Hamás, expresadas más de un año antes del ataque.

Y en un conflicto en el que demasiado a menudo ningún bando ve la humanidad del otro, hemos contado las historias de personas que tal vez sólo compartían angustia: una abuela palestina que se negaba a abandonar su casa en Gaza durante los bombardeos porque ya había perdido un hogar en 1948; una sobreviviente del Holocausto que se pasaba los días preocupada por no saber si su nieto secuestrado seguía con vida; una niña palestina que quedó huérfana por un ataque aéreo donde fallecieron decenas de sus familiares; una israelí de cuatro años que fue tomada como rehén por Hamás tras presenciar cómo asesinaban a sus padres.

Ambos bandos encontrarán allí historias que les gustan y otras que no. Pero la información independiente, la que no se alinea totalmente con ninguna perspectiva, jamás convencerá a los partidistas.

Quienes critican nuestra cobertura sobre Oriente Próximo nos acusan de sesgo en la decisión de qué elegimos contar y qué contexto ofrecemos u omitimos. Cuestionan las fotos que publicamos, el lenguaje que utilizamos, las fuentes que citamos. Algunos dicen que una nota sobre la dura situación de los rehenes israelíes “borra” las muertes de civiles en Gaza. Otros afirman que un artículo sobre las motivaciones de Hamás para la masacre cometida en Israel “visibiliza” las ideas terroristas. Todo aquello que no sea denunciar a personas u opiniones malas es “normalizarlas”. Cuestionar a las personas o a las opiniones buenas es sucumbir al “falso equilibrio”. Incluso se discuten palabras aparentemente directas vinculadas a fallecimientos: ¿No sería más preciso decir que la persona fue “asesinada”? ¿No sería más neutral decir sólo que “murió”?

Y por inconcebible que les parezca a quienes tienen opiniones firmes sobre el conflicto, las acusaciones que recibimos por sesgos en contra de los israelíes o en contra de los palestinos son casi siempre equivalentes en términos de volumen e intensidad.

Una mañana de noviembre recibí una carta de un senador estadounidense. Fue la primera de varias enviadas por funcionarios estatales y federales sugiriendo irresponsablemente que el Times pudo haber proporcionado “apoyo material” a los terroristas de Hamás. Al día siguiente, manifestantes propalestinos marcharon a la sede del Times, donde tiraron sangre falsa e insistieron en lo contrario: que éramos cómplices de la matanza de palestinos.

Aun así, resulta revelador que ambos bandos recurran a una retórica incendiaria para dirigir la opinión pública, pero se apresuren a usar nuestro periodismo cuando se alinea con sus relatos. Durante el caso de genocidio contra Israel en el Tribunal Internacional de Justicia, tanto acusadores como defensores citaron nuestra cobertura.

Cada vez más, las críticas se orientan no sólo a nuestro trabajo sino también a nuestros periodistas. El Times cuenta con un equipo especialmente diverso para cubrir esta guerra: incluye a musulmanes, judíos y cristianos; hablantes de árabe, hebreo e inglés. Algunos crecieron con el conflicto y han perdido amigos y familiares; otros lo han estudiado desde fuera, algunos durante décadas. Los críticos ven en esta diversidad una fuente de críticas.

¿Acaso los antecedentes de un periodista revelan cierto sesgo oculto? ¿Qué pasa con las palabras y los antecedentes del cónyuge, el padre o los hijos del reportero? De hecho, yo mismo he pasado por esto: ambos bandos llevan tiempo planteando teorías sobre por qué la dirección del Times a cargo de mi familia aviva la injusticia, dado que nuestras raíces judías nos hacen naturalmente sesgados a favor de Israel o nos llevan a inclinarnos demasiado hacia el otro lado.

Los activistas incluso encuentran formas pseudo-científicas de medir nuestra supuesta parcialidad. Un medio publicó un análisis del uso de palabras en nuestra cobertura, y descubrió que el Times “favorecía fuertemente a Israel”. Otro medio publicó otro análisis con el siguiente titular: “Pruebas de que el sesgo anti-israelí del New York Times es empírico, no una paranoia”.

Para que quede absolutamente claro: no digo que la verdad esté necesariamente en el medio, ni en este conflicto ni en ningún otro tema. De hecho, suele haber muchos bandos, no sólo dos. Y no creo que una organización periodística esté haciendo las cosas bien sólo porque se enfadan todos los bandos, pero eso tampoco es señal de que esté haciendo las cosas mal. Es imposible proporcionar una cobertura justa y rigurosa de esta guerra sin enfadar a todos los bandos.

La presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja defendió recientemente el valor de los actores independientes, incluso en los conflictos más encarnizados: “No todo el mundo tiene que ser neutral", escribió, en un ensayo publicado en el Times. "Pero las naciones deben respetar el espacio de la neutralidad humanitaria. Cuando el mundo toma partido, nosotros tomamos partido por la humanidad".

Estar abiertos a las críticas

Es importante para mí reafirmar de forma nítida que estar abierto a la crítica de buena fe es una parte esencial del proceso periodístico. Un medio que se aísla de opiniones de ese estilo está condenado a cometer más y mayores errores. Por eso el Times se toma tan seriamente los errores, con un equipo de editores especializados que investigan y responden cualquier queja. Cuando nos equivocamos, corregimos rápida y abiertamente, y luego nos esforzamos por aprender de ello.

Por ejemplo, al principio de la guerra entre Israel y Gaza, publicamos un titular que otorgaba demasiada credibilidad a las afirmaciones de Hamás de que Israel era responsable de una explosión letal en un hospital de la ciudad de Gaza. Lo actualizamos a las pocas horas. Y si bien otros que cometieron el mismo error simplemente siguieron adelante, nosotros pasamos días averiguando qué había sucedido, publicamos una nota de los editores explicando nuestros errores y nos comprometimos a mejorar nuestros procesos. Tener una sólida sección de correcciones no debería verse con vergüenza sino con orgullo, como testimonio de la voluntad de rendir cuentas.

Pero en muchos de los casos mencionados, quienes reclaman no suelen oponerse a los hechos; en realidad, advierten que los hechos pueden perjudicar a su causa o envalentonar a un enemigo peligroso. E insisten en que nuestra cobertura acabará en el lado equivocado de la Historia.

Pero, ¿qué significa ser periodista y abordar la tarea con el objetivo de estar en el lado correcto de la Historia? Por supuesto, cualquier colega razonable quiere que su trabajo supere la prueba del tiempo a los ojos de las generaciones futuras. No obstante, el instinto de escribir para el futuro juicio de la Historia en vez de hacerlo para el público al que servimos hoy, incluso al periodista mejor intencionado puede llevarlo por mal camino de tres maneras.

En primer lugar, todo el mundo quiere tomar las decisiones correctas. Pero mientras se desarrolla la noticia, no siempre queda claro qué es lo correcto. Las reivindicaciones morales del momento, como “la guerra contra el terrorismo” o la llamada a “retirar la financiación de la policía”, no siempre han envejecido bien.

En segundo lugar, el impulso de ir hacia lo “correcto” crea incentivos para tergiversar la realidad, realzando los datos que se alinean con el criterio propio y restando importancia a los que no se alinean con él. Este enfoque es básicamente contrario a la responsabilidad del periodismo de informar al público y erosiona la confianza a largo plazo de la que depende cualquier medio. Esa es la trampa en la que se encuentra Fox News, que retuerce las noticias para servir a una misión política y desinforma a los espectadores, sugiriendo que el presidente Obama nació en Kenia o que Trump ganó las últimas elecciones.

En tercer lugar, escribir para el futuro en vez de hacerlo para el presente perjudica al público, ya que se abandona el papel clave que desempeña el periodismo para ayudar a que una sociedad resuelva sus problemas. Esto no sólo empuja al público a tomar decisiones menos fundadas: a menudo también genera reacciones negativas. Por ejemplo: mucha gente consideró que las medidas del Gobierno contra la pandemia fueron excesivamente restrictivas y que los medios no informaron con suficiente escepticismo. Esto contribuyó al declive del apoyo a los programas de vacunación y al incremento de la desconfianza hacia los profesionales de la medicina.

Dicho de forma sencilla: los periodistas no sirven al público tratando de predecir los juicios de la Historia o de dirigir a la sociedad hacia ellos. Nuestro trabajo está firmemente arraigado en el presente: aportar a la sociedad la información y el contexto que necesita para lidiar de forma correcta con los asuntos del momento. Creer que una audiencia informada toma mejores decisiones es quizá el concepto más esperanzador sobre una prensa independiente.

Ayudar la comprensión mutua

No hace mucho tiempo, uno de nuestros corresponsales extranjeros más experimentados me contó sobre una cena a la que asistió en una universidad estadounidense. Una invitada lo enfrentó airadamente, diciendo que no podía creer el abrumador sesgo pro-palestino que aparecía cada día en la portada del Times. Otro comensal rápidamente replicó que se sentía horrorizado por el constante sesgo pro-israelí del Times. Incrédulas, ambas personas procedieron a enumerar ejemplos para defender sus posturas. Después de un extenso intercambio, la disputa terminó en punto muerto. “Había una incomprensión mutua total”, comentó el periodista.

Esa incomprensión mutua existe ahora en todas partes. Ayudar a entender los hechos y a entender a los demás es uno de los mayores servicios que el periodismo puede prestar al público. Como me dijo ese corresponsal extranjero: si el miedo y la rabia de la conversación pública ceden alguna vez al civismo y se habilitan espacios para las soluciones, la base del debate debe construirse en torno a la información periodística independiente.

Como habrán notado en los ejemplos que he compartido, a menudo algunos nos señalan que la postura de independencia representa cierta abdicación moral. Pero cuando observo las fuerzas que impiden que la sociedad se una para hacer frente a los retos de nuestra era (en Oriente Próximo, en Ucrania, en Estados Unidos o donde sea) no veo que falten actores apasionados y moralmente fuertes haciendo sonar la alarma. De hecho, la alarma parece tan fuerte y constante que gran parte del público ya se ha puesto tapones en los oídos.

Considero que la independencia es el mejor camino y el más optimista. Como periodistas independientes, aportamos a nuestros conciudadanos la información que necesitan para tomar decisiones por sí mismos. Se trata de un profundo acto de confianza. Tengo claras las formas en que la desinformación y la polarización conspiran para bloquear la realidad compartida que una sociedad requiere para unirse. Pero creo que la respuesta a esos problemas puede encontrarse no en la rectitud del cruzado que defiende una causa sino en la misión más humilde de un periodista: buscar la verdad y ayudar a la gente a comprender el mundo.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Roger Fidler revisited

Subo, traducido, este artículo del New York Times sobre Roger Fidler y el futuro de los medios y del periodismo. Aunque aparece hoy en la web del NYTimes saldrá en la edición print del 3 de marzo. Va traducido para evitar al Gestapo, pero no sé si lo voy a lograr.


Si la carrera de Roger Fidler tiene algún significado, es este: A veces puedes ver el futuro venir, pero de todas formas ser arrollado por él.

Hace treinta años, Fidler era un ejecutivo de medios que promovía una visión tranquilizadora del futuro de los periódicos. La revolución digital liberaría las noticias de las imprentas, dándole a la gente dispositivos portátiles que los mantuvieran informados todo el día. Algunas historias se verían mejoradas con video, otras con sonido y animación. Los lectores podrían compartir artículos, impulsando la participación en diversas comunidades.

Todo eso ha llegado a suceder, más o menos. Todo el mundo está en línea todo el tiempo, y casi todos parecen interesados, si no obsesionados, por los acontecimientos nacionales y mundiales. Pero los medios tradicionales que el Sr. Fidler estaba promoviendo no reciben muchos beneficios. Después de décadas de declive, su colapso parece estar acelerándose.

Cada día trae malas noticias. A veces se trata de empresas digitales recién formadas, a veces de publicaciones venerables cuya historia se remonta a más de un siglo.

Recientemente se anunciaron recortes en Law360, The Intercept y el sitio de videos orientado a la juventud NowThis, que despidió a la mitad de su personal. El sitio de noticias tecnológicas Engadget, que hace un seguimiento exhaustivo de los despidos tecnológicos, despidió a sus principales editores y otros miembros del personal. Condé Nast y Time están despidiendo empleados. La existencia continua de Vice Media, que en un momento fue valorada en 5,7 mil millones de dólares, y Sports Illustrated, en otra época la publicación deportiva más influyente, es incierta. Los Angeles Times y The Washington Post eliminaron a cientos de periodistas entre ambos. Uno de cada cuatro periódicos que existían en 2005 ya no existe.

El lento declive de los periódicos y revistas sería de interés limitado si no fuera por una cosa: Los medios tradicionales tenían en su núcleo la exaltada y difícil misión de comunicar información sobre el mundo. Desde informes de investigación sobre el gobierno hasta cobertura de políticos locales, las noticias servían para hacer que todas las instituciones e individuos cubiertos fueran un poco más transparentes y, posiblemente, más honestos.

Las columnas de consejos, críticas de cine, recetas, datos de acciones, informes meteorológicos y casi todo lo demás en los periódicos se trasladaron fácilmente en línea, excepto las noticias mismas. La cobertura local y regional tuvo dificultades para establecerse como una proposición rentable.

Ahora hay señales de que el concepto entero de "noticias" está desvaneciéndose. Cuando se les preguntó de dónde obtienen sus noticias locales, casi tantos encuestados en una encuesta de Gallup mencionaron las redes sociales como los que mencionaron periódicos y revistas. Un intento reciente de dar a la gente suscripciones gratuitas a sus periódicos locales en Pensilvania como parte de un estudio académico no atrajo casi ningún interesado.

"Poco después de que surgiera la imprenta en el siglo XV, los scriptoriums para copiar manuscritos en los monasterios comenzaron a cerrar rápidamente", dijo Fidler, que ahora tiene 81 años y vive retirado en Santa Fe, Nuevo México. "No soy muy optimista sobre la supervivencia de la mayoría de los periódicos en los Estados Unidos."

Declive y agitación

El declive de los medios de comunicación ha sido paralelo a la fractura de la sociedad estadounidense, que ahora está tan enojada y dividida como lo estuvo en el apogeo de la Guerra de Vietnam y las protestas por los derechos civiles hace más de medio siglo. A medida que los medios caían, el nivel de ruido aumentaba.

Quizás podría haber sido diferente. Contrario al mito de que todos los magnates de los periódicos de los años 80 y 90 pensaban que los buenos tiempos durarían para siempre, varios vieron problemas acechando en la lejanía.

Fidler pasó 21 años en Knight Ridder, una cadena de periódicos que tenía importantes diarios metropolitanos en ciudades como Miami y San José, California. Un proyecto temprano fue Viewtron, un esfuerzo para poner terminales en los hogares de las personas que entregarían noticias, compras y chat. Entregó muy poco y costó demasiado. En 1986, Viewtron fue cerrado.

Lo que Fidler aprendió del fracaso de Viewtron fue que los lectores de periódicos necesitaban algo que se pareciera a un periódico y que no les apretara el bolsillo. Ayudó a desarrollar tecnología para tabletas ligeras que usarían pantallas de panel plano que eran de bajo costo pero claras y brillantes con una vida útil de batería relativamente larga.

Tales pantallas no existían a principios de la década de 1990, pero se prometieron para finales de la década. El periódico sería transmitido a través de redes telefónicas digitales de alta velocidad o transmisiones directas por satélite. "Creo que esto será la salvación para los periódicos serios tradicionales", dijo Thomas Winship, un editor de toda la vida del Boston Globe, al New York Times en un perfil de Fidler en 1992.

Mientras que al menos algunos editores estaban convencidos, las tabletas nunca llegaron para salvar a los periódicos. Un problema fue que no hubo consenso sobre un estándar de software. Las tabletas no se volvieron realmente viables hasta que Apple introdujo el iPad en 2010. Pero el verdadero problema para el negocio de las noticias fue la aparición de un competidor devastador e inesperado: internet.

"Fui demasiado enfocado en un solo aspecto", concedió Fidler.

Internet primero creó una alternativa a los periódicos y revistas impresos, luego se convirtió en un competidor, y finalmente aniquiló a muchos de ellos. "No consideré todas las posibles interacciones cruzadas de las tecnologías emergentes que llevarían a Craigslist, sitios de noticias alternativos, redes sociales y otros productos que disminuirían en gran medida la circulación de periódicos y los ingresos publicitarios", dijo Fidler.

Tim Berners-Lee creó la World Wide Web en 1989 como una herramienta para colaborar y compartir información. Al ser amorfa e infinitamente flexible, permitió la adaptación lenta y rápida al mismo tiempo, lo que evitó el tipo de orientación para los lectores que Fidler creía necesaria. Los periódicos perdieron sus anuncios clasificados en internet casi de inmediato. Los anuncios de display persistieron, pero Google y Facebook, y más tarde Amazon, se hicieron cargo de ese mercado.

La web, al permitir que cada voz se escuchara prácticamente al mismo volumen, animó a los editores a unirse a la fiesta. Periódicos y revistas simplemente regalaron lo que habían cobrado en forma física. Fueron impulsados por Silicon Valley, que necesitaba contenido de calidad para mantener a las personas en línea y utilizando su tecnología.

"Los editores adoptaron esta creencia equivocada de que el contenido es como una mercancía y debería estar disponible en todas partes de forma gratuita", dijo Fidler. Se necesitaron años para instituir muros de pago, momento en el cual muchas publicaciones estaban fatalmente debilitadas. 

Roger Fidler en su casa de Santa Fe, Nuevo México

Los buenos tiempos no eran tan buenos

A pesar de toda la negatividad en la que los medios están sumidos sobre los medios, la situación es contradictoria.

El reportaje local confiable en muchos lugares es escaso o inexistente. Pero también hay una variedad mucho más amplia de noticias extranjeras, nacionales y culturales disponibles en línea de lo que las generaciones anteriores podían obtener en papel. A pesar de toda la celebración de los viejos tiempos, si estabas en una ciudad con un periódico mediocre —y había muchos—, el acceso al periodismo de calidad era difícil.

"Básicamente, el mundo se nos ha abierto. Hay mucho buen periodismo por ahí", dijo David Mindich, profesor de periodismo en el Klein College of Media and Communication de la Universidad Temple. "Si me hubieras dicho hace 20 años, 'Veo a una generación escuchando programas de audio de larga duración', yo habría dicho: 'La atención se está acortando. No creo que eso vaya a suceder'. Pero sucedió."

La mayoría de los programas de audio de larga duración, incluso en su mejor momento, no son noticias de la manera en que lo es, por ejemplo, un informe de la comisión de zonificación. La erosión de la idea de noticias se puede ver aún más claramente en el campo de las revistas. Donde el objetivo era informar, ahora es entretener.

"Time magazine acaba de seleccionar a Taylor Swift como la persona del año", dijo Samir Husni, un analista de revistas de toda la vida. "Nunca seleccionó a Elvis o a los Beatles. Ella fue la primera artista. Estamos convirtiéndonos más en marketing en el periodismo que en verdad en el periodismo porque dependemos de que el cliente pague el precio en lugar de la publicidad".

Así es como la digitalización ha cambiado el periodismo, dijo: "Ahora, la cosa es hacer feliz a todo el mundo. Pero ese nunca fue el papel del periodismo, hacer feliz a la gente".

Marc Benioff, el empresario de Silicon Valley que compró la problemática Time en 2018 con su esposa, Lynne, vio la selección de la Sra. Swift de manera diferente: "¡La edición más vendida de todos los tiempos!" (al menos en años recientes). Unas semanas después de que apareciera el número de Swift, el sindicato de Time dijo que el 15 por ciento del personal editorial sindicalizado de la revista fue despedido.

Eso fue más un movimiento estratégico que una señal de angustia, dijo Benioff.

"Si quieres que estos negocios de medios funcionen, tienes que cambiar la mezcla de productos, lo que también significa que tienes que cambiar la mezcla de empleados", escribió en un mensaje de texto. El muro de pago, implementado en 2011, fue eliminado el año pasado. Como marca, Time necesita la mayor exposición posible.

Hace dos años, Benioff dijo a Axios que los ingresos de Time aumentarían un 30 por ciento en 2022 a USD 200 millones. Eso podría haber sido aspiracional. "Los ingresos en 2024 deberían alcanzar los 200 millones, un nuevo récord", dice ahora. "Incluso vamos a ganar dinero".

Otras publicaciones están tratando de eliminar el incentivo del lucro del periodismo.

Los emprendimientos periodísticos sin fines de lucro tienden a ser pequeños, de bajo perfil y distribuidos de manera desigual en diferentes regiones. Pero hay muchas señales de crecimiento. Según el Instituto de Noticias sin Fines de Lucro, el número de medios que sirven a comunidades de color —nunca muy bien atendidas por las publicaciones tradicionales— se ha duplicado en los últimos cinco años.

Los lectores suelen responder, también.

"La gente habla sobre el periodismo sin fines de lucro en sus comunidades como si fuera una parte normal del ecosistema de noticias, no como si fuera una fuerza externa", dijo Magda Konieczna, autora de Journalism Without Profit: Making News When the Market Fails. En algunos lugares, el efecto es sorprendente. "Filadelfia es ahora una jungla de noticias en lugar de un desierto de noticias".

Konieczna enseña en la Universidad Concordia en Montreal. Hace unas semanas, un gigante de las noticias canadienses, Bell Media, anunció que estaba recortando cientos de empleos y poniendo fin a muchos de sus programas de noticias televisivas. El primer ministro Justin Trudeau dijo que la decisión estaba "erosionando nuestra democracia misma".

"Mis vecinos leen The New Yorker pero no saben dónde encontrar noticias locales, o por qué querrían hacerlo, en gran parte porque realmente no existen", dijo Konieczna. "Este es el futuro distópico".

El New Yorker, como sucedió, empleó a A. J. Liebling, el crítico de prensa más grande de los años de posguerra. Se llamaba a sí mismo un optimista a pesar de ver una marcha cuesta abajo desde que se convirtió en reportero en 1925.

"La función de la prensa en la sociedad es informar, pero su papel es ganar dinero", escribió. Cuanto más hacía esto último, argumentaba, menos le importaba lo primero.

No hubo una edad de oro, pero Roger Fidler todavía está inconsolable. Hace mucho tiempo que sobrevivió a Knight Ridder, que fue vendido a McClatchy, otra cadena, en 2006. McClatchy se declaró en bancarrota en 2020. Dedica un par de horas cada día a leer las noticias en la edición impresa de un periódico comunitario y las ediciones digitales de periódicos nacionales y regionales. Es mucho, y sin embargo no es suficiente.

"Las redes sociales y sus comentarios nos han abrumado", dijo. "Estamos inundados de información porque todo el mundo es un periodista. Todo el mundo cree tener la verdad. Todos ciertamente tienen una opinión. Es desalentador ver cómo ha ido todo".

Roger Fidler en 1992 

Conocí a Roger Fidler en 1989 o 1990 en Pamplona cuando estuvo de visita en la entonces Facultad de Ciencias de la Información. Luego compartí con él buenos momentos durante los sanfermines de 1991, pero no en Pamplona sino en San Sebastián, donde coordinaba un taller en El Diario Vasco. Viajamos a Burdeos invitados por el periódico Sud Ouest. Ese día pasaba por la ciudad el Tour de France, así que vimos juntos pasar las bicicletas a toda velocidad por una calle de Burdeos. En 1994 o 1995 lo fui a visitar a su laboratorio de Boulder, en Colorado. Por eso titulo este post como revisitado.

jueves, 22 de febrero de 2024

Sulzberger actualizado


El Reuters Institute publica hoy en castellano la entrevista de Eduardo Suárez a Arthur Gregg Sulzberger (salió en inglés el 19 de febrero) sobre la transformación del New York Times y la defensa de sus valores. Son anticipos de la conferencia que pronunciará el próximo 4 de marzo en Oxford: la Reuters Memorial Lecture 2024. Destaco algunas frases y respuestas, pero puede leerla, entera y en castellano, en el sitio del Reuters Institute.

Tenemos mucha confianza en que el público quiere encontrar no la información que cree que quiere, sino con la información que no sabía que quería. 
Mi abuelo solía decir: “Cuando compras el New York Times, no estás comprando noticias; estás comprando criterio”. Ese criterio es una parte realmente importante de nuestra promesa. 
Ustedes han sido criticados desde ambos lados por su cobertura de la guerra en Gaza. ¿Qué le diría usted a esos críticos?

En primer lugar, creo que nuestra cobertura ha sido muy sólida.

No comparto la creencia de que independencia es lo mismo que equilibrio. En realidad, equilibrio es una palabra problemática en nuestro sector porque sugiere que la verdad está en el medio. A mí en cambio me interesa más ser justos y ser íntegros. ¿Estamos cubriendo la historia en su totalidad? ¿Y lo estamos haciendo de manera justa? Al final la historia no siempre estará en el medio. Tienes que estar dispuesto a decir la verdad, incluso cuando decir la verdad pueda llevar a los lectores partidistas a pensar que tienes prejuicios contra ellos.

Éste es un conflicto particularmente difícil de cubrir. En primer lugar, lo espantoso que es, la pérdida de vidas por todos lados. Y luego el desafío de cubrir a estas dos poblaciones, que tienen ambas reclamaciones legítimas y que están atrapadas en un conflicto de suma cero en el que ambas partes sienten un riesgo existencial.

En este contexto, escuchar al otro lado con empatía y leer una cobertura escéptica del lado propio a menudo se considera como un aumento del riesgo que uno afronta. Así que no creo en ese viejo dicho que dice “si ambas partes están enojadas, significa que estás haciendo algo bien”. Es demasiado simplista y frívolo. Pero yo creo que en un conflicto como este cualquier cobertura independiente, justa y completa inevitablemente enojará a ambas partes. Nuestro trabajo es tratar de ignorar eso tanto como sea posible y trabajar todos los días para asegurarnos de que cubrimos toda la historia de la forma más completa y justa posible.

Algunas personas a veces sugieren que el periodismo independiente es de alguna manera menos idealista porque no eliges una causa justa y no haces todo lo posible para hacer que esa causa avance. Pero creo que en realidad es lo más idealista que nuestra profesión puede hacer, porque se trata de dotar al público de la información que necesita para resolver problemas.

No creo que nadie pueda imaginar que este conflicto se resolverá por sí solo sin algún avance hacia el entendimiento mutuo, y no creo que eso suceda a menos que haya medios independientes que intenten ayudar a cada lado a comprender al otro. Eso es lo que estamos tratando de hacer.

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Esta tecnología (la inteligencia artificial) ofrece un gran potencial para el mundo y para la profesión del periodismo, pero también ofrece un riesgo real. Como sector, debemos preocuparnos por estos riesgos. No podemos permitir un mundo en el que desaparezca nuestro derecho a cobrar por un trabajo en el que gastamos dinero y que requiere tiempo y atención y a menudo riesgos. No podemos permitir un mundo en el que desaparezca el derecho de un medio a tener una relación directa con la audiencia de ese mismo trabajo. Eso es importante y espero que todo el sector se esté tomando esto muy en serio. 
Pero la tecnología se puede utilizar de muchas formas, y estoy entusiasmado con muchas de las formas en que podemos utilizar la IA en el New York Times. ¿Nos imaginamos un mundo en el que cada artículo que producimos se pueda traducir a todos los idiomas de la Tierra? Podemos imaginarlo y es emocionante. ¿Nos imaginamos un mundo en el que cada artículo que escribimos se convierta automáticamente en audio y cada podcast que hagamos se convierta automáticamente en texto? Podemos imaginarlo y es emocionante. Esto hará que nuestro periodismo sea más accesible que nunca para más personas. 
Como alguien que todavía se considera en el fondo un reportero, mi mente se centra en las formas emocionantes en las que la IA podría ayudar a los reporteros a mejorar sus propias historias. Le daré un ejemplo que me maravilló: 
¿Recuerda usted el globo espía chino que provocó una tormenta internacional? Seguimos todo el camino del globo desde el punto de lanzamiento para ver qué pasó. Los chinos lo negaban, Estados Unidos hacía acusaciones, y queríamos llegar a los hechos. Así que subimos decenas de miles de imágenes satelitales y entrenamos a la IA para que reconociera el globo al detectar su reflejo en el Océano Pacífico.