jueves, 19 de noviembre de 2009

Lecture break

El post de los premios provocó que consiguiera la presentación completa en la que Tomás Ondarra cuenta (lo hizo en Córdoba, la vieja) porqué los premios lo traen sin cuidado. Celebro la presentación de Tomás y la de Jaime Serra, que nunca ganó el premio Peter Sullivan a pesar de merecerlo como nadie. A la de Jaime pude asistir en carne mortal en el Centro Borges de Buenos Aires hace poco más de un mes. Pero decía entonces y digo ahora -con resaca visual por las gastronómicas fotos de la cumbre de Córdoba y videitos cerveceros del EBE de Sevilla- que lo bueno de los congresos, seminarios, cumbres y otras reuniones sin nombre, es volver a verse. Por eso las presentaciones deberían ser apenas un corte entre las comidas, cenas, pasillos, fiestas, bailoteos, terrazas, copetines, aperitivos y mesas redondas (pero con tenedor y cuchillo). Imagino un congreso que sea todo coffee y que apenas nos molesten con algún lecture break: una o dos presentaciones por día, pero superlativas, como las de Jaime o de Tomás, para pensar y avanzar.

Habría que desterrar de los encuentros a los yomeamo, a los consultores y a los que aburren a los asistentes con lo que todos saben; a los que se citan a sí mismos, a los que dan tiempo al público después de cada frase para digerir sus sabias palabras, a los que preguntan con editoriales y a los que empiezan cada respuesta con un "buena pregunta". También a los tarjeteros, a los vendedores de ilusiones, a los liantes, a los embaucadores de inocentes y a los colados que se comen nuestros bocaditos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me parecen interesantes estas refelxiones sobre los premios y en muchos puntos las comparto. Aunque aun así, sabiendo que es imposible que sean 100% justos, creo que también cumplen su función, precisamente con lo que estás haciendo ahora. Cuando se falla un premio es como iniciar una gran conversación del tipo "qué opinas de..." unos estarán de acuerdo, otros no... pero pone a la gente a mirar, pensar y sacar sus conclusiones sobre algo que de otro modo desaparecería por cotidiano.
Eso sí, siempre debe quedar claro quién da el premio y no subirse a la parra. Si el periódico del año lo es según quiensea, no empezemos como hacen aquí los americanos, que quien gana la NBA se autoproclama "Campeon del mundo"