sábado, 25 de agosto de 2012

Neil Armstrong, el hombre que hacía portadas

Murió el primero de nosotros que pisó la luna y viene a mi cabeza la primera vez que viajé a Washington DC. Asistía al congreso anual de la SND pero lo primero en mi lista era visitar el Museo del Aire y del Espacio.

Fue una experiencia preternatural. La visita, digo. A la entrada, a la izquierda, un paredón negro de como treinta metros por diez, exhibía centenares de portadas que daban cuenta de las hazañas relacionadas con la cosa, desde los hermanos Wright hasta el transbordador espacial. Impresionaba ver esas primeras, cruzadas con titulares compuestos en tamaño Keops, entusiasmándose con aquellas epopeyas. Uno se sentía un coloso. Me pregunté por qué los periodistas, la prensa, habíamos perdido interés en esas historias de superación de los límites humanos. Me pareció, me lo sigue pareciendo, una falta de juicio, un error, una catástrofe. El periodismo no debe perder la capacidad de entusiasmarse, de asombrarse, de celebrar esas conquistas y de que la gente comparta esas formidables aventuras.

Siempre que regreso a Washington voy al Museo del Aire y del Espacio. Es un rito. La última vez solo tenía media hora. Fui lo mismo. Comprobé con tristeza que el paredón negro con sus portadas había desaparecido. Por eso, o por lo que sea, no lo pasé tan bien como otras veces. De regreso a casa, descubrí que, en realidad, no me entusiasmaban los aviones, los cohetes, las cápsulas espaciales… todo eso. Descubrí que estaba equivocado. En realidad, lo que me hacía vibrar eran las formidables historias de los héroes que manejaban esos cacharros. Neil Armstrong era uno de ellos. Por contraste, siempre me quedó una duda amarga: si los periodistas de hoy, con el cinismo en bandolera, no estamos a la altura de tipos como Armstrong (Neil). A uno –no puedo evitarlo– el periodismo le parece una aventura equivalente a viajar a (y regresar de) la Luna en una lata de tres metros cuadrados con menos informática que una calculadora actual.

En fin. Puede que sea la edad. Confieso que estoy esperando la portada de Libération de pasado mañana. Hoy llevaban la del Armstrong equivocado. Mi foto para el obituario del astronauta sería esta:



Es la primera huella en la Luna de Neil Armstrong, el hombre que hacía portadas cuando los hombres superábamos fronteras:














Imperdible: este espectacular análisis de Charles Apple sobre las portadas de la prensa norteamericana con la muerte de Armstrong. Una maravilla.

2 comentarios:

Iván dijo...

No es por fastidiar pero la huella en la luna es de Aldrin.

Toni Piqué dijo...

¡No fastidias! La corregí ya. Muchas gracias.