jueves, 31 de mayo de 2012

Stalinismo en el siglo XXI


Página/12 salió a la calle por primera vez el 26 de mayo de 1987 (^). Era el diario de Jorge Lanata y punto, aunque trabajaban con él figuras notables del periodismo progresista. Un diario de la transición tardía argentina. Junto con Tiempo Argentino de Raúl H. Burzaco, cubrieron importantes nichos en el periodismo, uno en el ala izquierda y otro en la derecha, ambas relativamente moderadas. Luego se perdieron en la maraña inexpugnable del poder y el periodismo y hoy apenas son vagos instrumentos usados por los proveedores de prensa del poder político (ya son cuatro las P).

El sábado 26, al cumplirse los 25 años del primer número, Página/12 sacó a la calle dos suplementos: este de 40 páginas (pdf) con la historia del periódico y este otro de 80 (pdf) con los principales hechos cubiertos por el diario. Bueno, perdón, son de una obsecuencia kirchnerista que da vergüenza ajena.

Ayer lo celebraron en la antigua ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) erigida hace unos años en un Espacio para la Memoria, que sirva para describir la necesidad de recordar la oscura época del terrorismo de Estado en la Argentina. Si hay una bandera en Página/12 desde su fundación es la de los derechos humanos, pero sobre todo la lucha de las madres que buscan datos sobre sus hijos desaparecidos en aquellos años o las abuelas que siguen detrás de sus nietos desaparecidos con sus padres o nacidos en cautiverio.

Asistió al acto Cristina Fernández de Kirchner y fue su principal oradora (aquí el discurso completo) del que quiero rescatar este párrafo de antología:
Y yo digo que –recién describiendo qué representa Página/12– lo definiría como una contraseña. Vos veías a alguien con Página/12 y más o menos sabías de qué se trataba. Hay otros diarios... bueno, el que ves leyendo La Nación sabés de qué se trata. Pero hay algunos otros que por ahí te despistan un poco, viste. Mañana editorial de La Nación, a todo color... Pero lo cierto es que para decirte algo, en el departamento, cuando Máximo estaba estudiando en Buenos Aires y vivíamos allí en Juncal, en pleno corazón de Recoleta, entre Uruguay y Paraná, octavo piso era el nuestro, eran nueve o diez pisos, el diariero te dejaba los diarios en cada piso, y entonces vos veías todo La Nación, La Nación, La Nación... y llegabas al octavo y ahí estaba Página/12 y también comprábamos Clarín, debo decir la verdad, la verdad hay que decirla. Pero los otros ni Clarín, era todo La Nación. Por eso lo digo, era una contraseña de identidad, que no significa, ojo, pensar como vos decías exactamente igual, eran discusiones, debates. Al contrario, la contraseña de la gente que nos gusta debatir, que nos gusta argumentar, es como un ADN que llevamos adentro.

Ni en los suplementos, ni ninguno de los autores, ni la Presidenta de la Nación mencionaron a Jorge Lanata, el inventor, inspirador, fundador, propietario, primer director y quien hizo grande a Página/12 (que ahora es chiquito). Curioso que la misma presidenta, al nombrar y reconocer a gente del diario con mucha familiaridad, se escudó en el lenguaje del jugador de fútbol: "la verdad que no quiero olvidarme de nadie..."

Fue este método soviético (algo dije ayer) lo que enojó a Martín Caparrós, con toda la razón del mundo. Léalo en su blog Pamplinas de El País de Madrid. Está todo dicho.

Lanata ya ha prometido ocuparse del tema en su programa del domingo. Debe estar revolcándose de risa con las cosas que se le ocurren. No me lo pierdo por nada del mundo. El poder político, empeñado en cambiar el relato de la realidad, le está dando toda la razón. Hoy día Lanata –periodista antes que nada– es el principal contradictor de ese relato y resulta que le sirven los argumentos en bandeja de plata. Por lo pronto, tal como lo ha dicho, es el primer desaparecido de Página/12.

Stalin lo hacía mejor, en Paper Papers, 1/2/2011

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