jueves, 17 de enero de 2013

Como un diario muerto

Me quedó dando vueltas una idea cuando escribí La vuelta de rosca del domingo pasado. Aparece ahí esta foto de la librería El Ateneo en el antiguo teatro Gran Splendid de Buenos Aires (Santa Fe casi Callao) que había sido elegida una de las 20 librerías más bellas del mundo por el sitio Flavorwire.


Me quedó decir entonces lo que digo cada vez que me encuentro con amigos en el bar montado en el antiguo escenario: me da mucha nostalgia -o lástima, o bajón nomás- usar un escenario para tomar café y un teatro para vender libros prolijamente ordenados en anaqueles. En Flavorwire me enteré que no es el único caso. También hay una en el antiguo teatro Chapters de Toronto (Canadá).


Y me encontré también con otra moderna librería en la antigua iglesia de los dominicos de Maastrich (Holanda). 


Las tres fotos me producen la misma reacción. Voy a intentar explicarlo...

El teatro es quizá el más antiguo medio de difusión (o de comunicación social): es la radio y la televisión antes de las ondas hertzianas y el cine antes de Lumière. La iglesia es algo parecido, tanto o más antiguo que el teatro si las que tenemos ahora son herederas de los templos anteriores al cristianismo, contemporáneos de los teatros y de los circos. Y qué quiere que le diga: me parece un desperdicio, una lástima, que en ese escenario del Gran Splendid tomemos café en lugar de aprovecharlo para que ensaye una orquesta o una obra de teatro. Mientras, otros compran libros o se sientan en los palcos a leer tranquilos y miran el ensayo o una obra y toman lo que quieren porque el bar está en otro lugar más lógico del teatro y les sirve donde quiera que estén. Es muy probable que esos artistas ensayen en sus casas o en la calle y actúen enfrente de los autos que esperan a que el semáforo se ponga verde de una vez.

Pero también la librería y la biblioteca son medios con todas las de la ley. Sin conocer las librerías Karma y Juana de Arco ya sabemos hasta los libros que venden. Las librerías y las bibliotecas también son negocios ideológicos (además de medios tridimensionales: un día lo explico) y han aportado lo suyo a mejorar el mundo, cada uno desde su punto de vista. Y las iglesias, templos, mezquitas, sinagogas... no digamos.

Bueno. Eso quería decir. Me da lástima ver el teatro convertido en librería, pero más me da ver La Scala, cercano al Gran Splendid, convertida en tienda de ropa mientras miles de artistas no tienen dónde actuar o tocar. Son medios perdidos, como un diario muerto porque no es capaz de encontrar lo que tiene que dar a su público o se empecinan en soluciones para lectores del siglo XIX.


El 21 de enero agrego la foto del escenario de la librería Beta, en la Calle de la Sierpe de Sevilla (España) de la que me entero gracias al cuarto comentario a este post.


4 comentarios:

Fernando J. dijo...

Entiendo tu punto de vista, pero también podrían haber haber instalado un súpermercado. Con una librería la derrota cultural es menos dolorosa, ¿no?
Saludos,
Fernando J.

Gonzalo Peltzer dijo...

Si. Eso digo en el post. Peor es ver a Kevingston instalado en La Scala.

javier dijo...

Pues yo creía que Buenos Aires era una meca de las artes escénicas, viendo como exportan artistas, guionistas y directores todos los años.

En todo caso, Lima es el planeta Urano comparado con todo lo que tenéis en la capital federal (a nivel cultural, porque igual tenemos "bonitos" malls y estadios).

Anónimo dijo...

En Sevilla tenés otra de estas. En la calle Sierpes.