domingo, 31 de diciembre de 2023

Periodismo que se agranda

Transcribo parte del artículo que se publica hoy en la página 2 del diario El Territorio. También en su sitio web y en otras plataformas, con el título La innovación no para. Lo digo expresamente: no es un achicamiento de un medio, es el agrandamiento del periodismo.


Una placa de bronce de buen tamaño adorna la entrada de El Territorio. Anuncia al que franquea la puerta que está entrando al DIARIO EL TERRITORIO. Por la tipografía es fácil averiguar su antigüedad. Es parecida a la que ha vuelto hace unos meses a la cabecera del diario: de caja alta y palo seco (todas mayúsculas y sin firuletes ni cambios de grosor) antes de que, hace muchos años, adoptara primero unas letras minúsculas algo juguetonas y luego unas más serias, pero también minúsculas.

Fue esa placa la que provocó la cantinela que hemos adoptado hace años para describir lo que hacemos: El Territorio no es un diario, que basta y sobra por lo clara y concisa, pero todavía queda mejor con la segunda parte: El Territorio tiene un diario.

Durante los 100 años del siglo XX, que podrían datarse algo desfasados entre entre Pulitzer y las redes sociales –que coinciden bastante con los 100 años de El Territorio– el periodismo se financió por ser el soporte principal y casi único de la publicidad. El periódico –los diarios– eran medios que todo el mundo leía y con las noticias venía la publicidad. Cantidades ingentes de anuncios que llenaban páginas enteras, medias páginas, o el tamaño que hiciera falta porque siempre había lugar y si no había, se fabricaba. Siempre se entendió que la publicidad es información aunque no sea periodismo, y por eso diarios como El Territorio tenían cuadernillos enteros de avisos clasificados que hoy se han pasado a otras plataformas porque hay otros modos de comprar y vender. Pero siguen firmes y fuertes en el papel los anuncios de supermercados minoristas y mayoristas, los automóviles, los inmuebles, los bancos... y los fúnebres: un clásico que se ha mantenido idéntico durante los casi 100 años de historia del diario.

No fue internet lo que cambió los hábitos. Fue el teléfono, que hace tiempo tampoco es un teléfono. El celular es una pantalla móvil, una minicomputadora que tiene un teléfono entre miles de otras cosas más. Pero lo más importante del móvil no es el aparato sino la señal que llega al aparato.

Por esa señal va todo el periodismo de hoy en día. Eso quiere decir que podemos desprendernos de una industria y una logística que nunca fueron el corazón ni el cerebro del periodismo: transportar y almacenar pesadas bobinas de papel y tambores de tinta; imprimir papel a gran velocidad en unas máquinas inmensas y complicadas; transportar el papel impreso hasta el último rincón de Misiones y del nordeste de Corrientes; vender ese papel impreso con una particular gestión comercial; traer de vuelta a la planta los ejemplares no vendidos; almacenar ese papel impreso hasta darle un destino...

En su época de mayor circulación el diario El Territorio llegó a los 33.000 ejemplares vendidos. Pero comprar ejemplares no es lo mismo que leerlos, quizá por eso las estadísticas serias de la NAA (Newspapers Association of America) calcula que el lector promedio lee entre el 5 y el 10 por ciento de los contenidos de un diario. Comparado con el esfuerzo industrial y logístico ese número da un resultado tremendo de costo por impacto.

Decía Marshall McLuhan que el medio es el mensaje, pero nunca conoció los celulares. Se refería al diario comparado con la televisión o la radio, o a otros medios que definía con acierto como extensiones del hombre. Hoy sabemos que los contenidos del periodismo son los mismos en papel o en el celular, por la movilidad idéntica del papel o del celular y eso que el celular tiene todavía dos dependencias que no tiene el papel: la carga y la señal. La radio y la TV se comparaban con líneas de colectivo, que te llevan por su propio recorrido, pero ahora la posibilidad de ver y oír en el celular está igualando a la antigua radio y la TV con la movilidad del diario.

Ya no está McLuhan para decirnos que el móvil es el medio por excelencia. Es el soporte de todos los mensajes, la extensión más extraordinaria de las potencias humanas.

Las tecnologías le han hecho un favor inmenso al periodismo, que ya no requiere la inversión costosa de esa industria pesada y su complicada logística anexa. Hoy se puede ser empresario del periodismo con poco espacio y buenas computadoras. Y la diferencia entre los medios está en la marca, la cabecera que certifica el periodismo que contiene. Ahí está la misión más cabal de El Territorio.

Y como pionero que fue en las innovaciones constantes de su historia, hoy El Territorio suma una más: empezamos a despegarnos del papel. ¿Por qué lo hacemos ahora y no antes o después? porque hemos llegado al punto que nos habíamos impuesto.

La suma de visitas a todas las plataformas en las que difundimos nuestro periodismo está llegando a 500.000 lectores. Un número impensado por quienes celebraban el pico máximo de circulación, allá por 1983, pero la diferencia es que los de ahora llegan para enterarse de algo y no son compradores de un papel que quizá ni siquiera leen.

Por eso, desde esta semana El Territorio saldrá impreso a la calle los miércoles, sábados y domingos. Los lunes, martes, jueves y viernes mantendremos el periodismo se siempre, el que venimos haciendo hace ya 20 años 24/7 en internet y en las redes, pero además seguiremos cubriendo esos días con las tapas estilo papel, como hasta hoy: allí están nuestras apuestas de cada día. Toda la publicidad se concentrará en las ediciones que salen a la calle impresas en papel, con los avisos fúnebres de los días que no salimos a la calle.

Imprimir y archivar ejemplares le da una fortaleza descomunal a los periódicos. Es la fortaleza del coraje para sostener lo que decimos, de dejar impresa la verdad para siempre: lo que hacemos hace casi 100 años y que se mantiene en el archivo de El Territorio, principal depósito de la historia de Misiones. Ese diario para los nostálgicos del papel o los que todavía prefieren la calidez de la tinta, seguirá existiendo los fines de semana, como hasta ahora, y los miércoles con una edición reforzada, para leer con calma y con tiempo.

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