lunes, 26 de mayo de 2025

Sebastião Salgado 1944-2025


El 23 de mayo murió en París Sebastião Salgado, conocido por sus imágenes súper fuertes de la condición humana; fue uno de los fotógrafos documentales más importantes de su tiempo. Había nacido en Aimorés (Minas Geraes) el 8 de febrero de 1944. Hoy lo reconoce el New York Times en su portada y con un extenso artículo en su interior.


Las fotos de los garimpeiros en la Serra Pelada son las que le dieron fama. Una mina de oro al aire libre en el municipio de Curinópolis, estado de Pará, en la Amazonía brasileña.

Subo algunas portadas de diarios de Brasil del 24 de mayo, empezando por Estado de Minas, de Belo Horizonte. Salgado era natural de un pueblo de ese estado.









El País de Madrid:


Libération, siempre original:


Y curiosamente L'Osservatore Romano coincide hoy con esta foto del Congo que podría haber sido de Salgado en la Serra Pelada de Pará.

domingo, 25 de mayo de 2025

El día que cambió el Observer

20 de abril de 2025
Esta, la de arriba, fue la portada del Observer del pasado 20 de abril. La siguiente, aquí abajo, es la del 27 de abril, que tenía ese fotón de Donald Trump y Volodímir Zelenski conversando en la Basílica de San Pedro después del funeral del Papa Francisco. No puedo saber ahora si fue esa foto la que provocó el cambio en el diseño arrevistado de las portadas del Observer, pero quiero suponerlo.

27 de abril de 2025


4 de mayo de 2025

11 de mayo de 2025

18 de mayo de 2025

25 de mayo de 2025

sábado, 24 de mayo de 2025

Industria incestuosa

Revista Noticias, 24 de mayo de 2025
Revista Time, 8 de agosto de 2024

martes, 20 de mayo de 2025

Periodismo ignorante, anacrónico y corrupto

Hace meses me he impuesto la idea de escribir sobre el periodismo en la era del péndulo para el otro lado. Es que no sé cómo llamar a la irrupción del sentido común en el arco ideológico bastante desquiciado del mundo de hoy. Y digo péndulo porque es como mejor se me ocurre describir lo que está pasando en varios países de Occidente y que ya parece una tendencia irreversible por lo menos por unos años. Pero aunque ocurre en muchos países, pienso que será mejor circunscribirme a la Argentina, país donde vivo y ejerzo hace años mi profesión de periodista y de empresario de medios. Y también pienso que no vale la pena enumerar ahora las agresiones de uno y otro lado: del poder a los periodistas y de los periodistas al poder. Son cuantiosas, pero baste con decir que unos y otros parecen preadolescentes, incapaces de abstraer un concepto más o menos universal y por tanto llegar a una conclusión sana.

Lo resumo en tres párrafos, pero le advierto que todo lo que sigue está dicho en este blog desde hace tiempo.

1. En la Argentina el periodismo está perdido en el tiempo, extraviado en un ecosistema que se terminó hace rato: el de la era Gutenberg, la libertad de prensa, la primicia, los cierres y los derechos de autor. La mayoría de nuestros periodistas escriben mal en medios que se leen peor y solo en el círculo rojo del poder. Por eso creen que tienen poder; se sienten paladines de una verdad a la que se acercaron poco y por intereses ajenos; así y todo suponen que saben de lo que hablan y dan consejos que nadie les pide... pero además escriben y hablan mal porque ni conocen el idioma, ni saben leer, ni hablar, ni escribir. Lógicamente hay excepciones, pero muy pocos pasaría un examen fácil de cultura general o de comprensión de textos. Basta con leer un periódico en papel o en otros soportes, ver un rato un canal de noticias, poner la radio en el auto o asistir a una reunión de ADEPA o de FOPEA para comprobarlo: la ignorancia los ha vuelto autorreferenciales, verborrágicos, endogámicos, incestuosos, copiones, aburridos y sobrecargados.

2. Además de inculto y adolescente, ese colectivo está viejo, pasado de moda, retrógrado y marcha atrás... Derrapó en una curva del tiempo y siguió de largo. En la Argentina y en el mundo las ideas están regresando de una época en la que se impuso la idiotez como excusa de corrección política, pero además estableció que no se podía pensar de otro modo y el que lo hacía era cancelado. Había que pensar como dictaba una minoría que para colmo pensaba poco, ideologizado y sin lógica. El periodismo lo aceptó unánime y tachó de ultra a cualquiera que no se plegara a ese pensamiento único. Y cuando la mayoría empezó a darse cuenta de esa imposición de las minorías infantilizadas y decidió girar hacia la sensatez, el periodismo siguió en sus trece y sigue todavía sin aceptar que el mundo cambió

3. Nunca fue lo que declama ser. Siempre que pudo transó con el poder y cuando se hace la víctima es porque no logra transar y no le queda otra que llorar. Hace muchos años que en la Argentina el negocio del periodismo es igual al de muchos empresarios: sacarle dinero al estado. Es una consecuencia del sistema socialista que rige en el país hace 80 años: el estado es el gran cliente, el que tiene todo el dinero y si no lo tiene lo fabrica. Y en estos años los medios se convirtieron en proveedores del estado, tanto que es imposible subsistir sin ese anunciante que no paga porque necesita publicidad sino porque pide protección. Y los medios que no se la pueden dar porque ni siquiera tienen audiencias, acuden al repugnante sistema del retorno o a la extorsión lisa y llana. Al principio no todos se doblegaron, pero con el tiempo los valientes terminaron quebrando y los cobardes sucumbieron a la tentación de las delicias de los poderosos.

Entonces, y por si no se entendió, el periodismo en la Argentina se volvió ignorante, anacrónico y corrupto, escudado en la triste condición de la mayoría de los argentinos que hace 80 años padecemos la tiranía de un sistema político ignorante, anacrónico y corrupto. Y como suele ocurrir, una sociedad ignorante, anacrónica y corrupta no percibe la ignorancia, el anacronismo y la corrupción del periodismo. Así es siempre: el periodismo no es más que un espejo de la misma sociedad con la que comparte sus vicios y sus virtudes.

Puede ser que pase en otros países de Occidente, sobre todo de nuestra América y de la Europa meridional. No me atrevo a juzgarlos ahora.