miércoles, 28 de abril de 2021

David Beriain (1977-2021)

David Beriain fue asesinado ayer en Burkina Faso, junto al cámara Roberto Fraile, un periodisa irlandés y un burkinés. La revista Nuestro Tiempo de la Universidad de Navarra (de la que David fue alumno) publicó esta entrevista en su edición de enero de 2017. Solo resalto esto, pero lea la entrevista completa, que es una lección elemental de periodismo:
Mi productora se llama 93 Metros porque la fundamos cuando mi abuela murió. Mi abuela Juanita era la matriarca de los Beriain. Murió con 98 años dejando tras de sí una huella de cariño y de entrega espectacular. Todos le teníamos devoción, con todo el sentido del nombre, y a mí, por ser el periodista, me tocó escribir unas palabras. Y noventa y tres metros es la distancia que hay entre la que era la puerta de su casa y el banco de la iglesia donde ella rezaba. No salía de ahí nunca. Jamás. Por eso nos llamamos así, porque no nos olvidamos nunca de que a veces la historia más grande está en el lugar más pequeño. Hacemos historias grandes, épicas, de esas que importan, en sitios exóticos. Lo que pasa es que a los imbéciles como yo nos resulta más obvio contar una historia cuando nos explotan las cosas a los lados. Solo hay que darse cuenta de que a la vuelta de la esquina hay algo que contar. No hay historias pequeñas: hay ojos pequeños. A mi abuela le sobraron noventa y tres metros para encontrar su verdad. Yo he andado por más de noventa y tres países, y todavía no he conseguido hacer nada.

martes, 27 de abril de 2021

Ya no hay Op-Ed en el New York Times

Les paso, traducido, el artículo de Kathleen Kingsbury, la editora de opinión del New York Times en el que despide al rótulo Op-Ed de las páginas de opinión del diario. Fue publicado hoy en el diario.
Adiós al ‘Op-Ed’: por qué el New York Times decidió retirar el término  
La primera página de Op-Ed de The New York Times apareció el 21 de septiembre de 1970. Se llamó Opposite-Editorial porque esa página estaba físicamente contrapuesta a la del editorial del diario y no porque (como muchos creen todavía) solo ofrecería opiniones contrarias a las del periódico. Inevitablemente, también haría eso: sus fundadores le daban la bienvenida a ideas y argumentos de muchos lados del espectro político, social y cultural de afuera de los muros del Times para estimular el pensamiento y provocar la discusión de problemas públicos.  
Esa misión crucial sigue siendo la misma. Pero es hora de cambiar el nombre. La razón es simple: en el mundo digital, en el que millones de suscriptores del Times leen el periodismo del diario, no existen coordenadas que ubiquen al “Op-Ed”, como tampoco las hay para una página de “Editoriales” a las cuales contraponer los “Op-Ed”. Se trata de una reliquia de una época pasada y del antiguo diseño del periódico impreso. 
Así que ahora, a 50 años de su estreno, esa designación dejará de usarse. Los editoriales seguirán llamándose editoriales, pero los artículos escritos por autores externos al periódico se conocerán como “Ensayo invitado”, una etiqueta que aparecerá de forma prominente arriba del titular.  
La página del Op-Ed tuvo una gran trayectoria. Se convirtió en un estándar para el resto de nuestra industria y fue muy popular tanto entre los lectores como con los colaboradores. Ahora es difícil recordar que, al inicio, los editores estaban bastante nerviosos y preocupados de que las personas se sintieran animadas a colaborar. Pero, como se lee en un ensayo que celebraba los 20 años de la página, “fue como si la Dama Gris [Gray Lady, en inglés, ha sido un sobrenombre con el que se conoce al Times] hubiera llegado a la pista de baile”. Las colaboraciones llegaron a raudales y, para cuando se cumplieron 40 años de su aniversario, se habían impreso casi 15.000 páginas de opinión.  
Los elementos que hicieron que el Op-Ed fuera exitoso desde el inicio seguirán presentes. Uno es el atractivo de opiniones diversas bien expresadas. Como dijo una vez Herbert Bayard Swope, editor del periódico New York World en la década de 1920 y pionero del concepto del Op-Ed: “No hay nada más interesante que una opinión cuando la opinión es interesante”. O en palabras de John B. Oakes, un antiguo predecesor mío que impulsó la creación del Op-Ed: “La diversidad de opiniones es el elemento vital de la democracia. […] En el momento en que comenzamos a insistir en que todos piensen de la misma manera que nosotros, nuestra vida democrática está en peligro”.  
Eso sigue siendo cierto hoy, en un momento crítico en el que se cuestiona la orientación de la esfera pública. En muchos sentidos, esa esfera es más representativa. Todos tenemos un medio social, desde Facebook hasta Substack y Twitter. Esto se debe celebrar, incluso si la cantidad de voces a veces resulta abrumadora. Lo que está desapareciendo, sin embargo, son espacios donde las voces pueden ser respetadas y escuchadas, donde las ideas no se desvanezcan tan rápidamente, se les pondere con seriedad, se les interrogue para luego florecer o perecer.  
Para defender una discusión reflexiva, la sección de Opinión del Times insiste en un conjunto de reglas. Hacemos cumplir las reglas de gramática y estilo. Exigimos ciertos estándares de argumentación convincente, pensamiento lógico y retórica persuasiva. Requerimos transparencia sobre la identidad de un escritor y sus motivos para escribir un texto.   
Al mismo tiempo, no somos una fábrica que ensambla partes de manera irreflexiva ni somos árbitros desinteresados: no solo queremos que los ensayos individuales tengan una intención, sino que el reporte general de opinión tenga en sí mismo una intención. Nos gusta que las personas a las que invitamos a escribir ensayos para nuestras páginas a veces se sorprendan con la propuesta de colaborar. Nos gusta experimentar la misma sorpresa cuando leemos voces que son nuevas para nosotros, sobre temas que quizás aún no comprendamos. E inclinamos nuestra balanza a favor del progreso, la equidad y la humanidad.  
También trabajamos arduamente para mantener a nuestros lectores interesados. La escritura de opinión en 2021 es un proyecto colaborativo, dinámico y nunca estático.
De ahí el nuevo rótulo de Ensayo invitado. Los lectores entendieron de inmediato este término durante las sesiones de investigación y comprendieron intuitivamente lo que decía sobre la relación entre el escritor y el Times. Refleja nuestra misión de invitar y convocar a una amplia gama de voces y puntos de vista en nuestras páginas.  
Puede parecer extraño vincular los cambios en nuestro diseño a la calidad de la conversación que estamos teniendo hoy. Términos como Op-Ed son, por su naturaleza, jerga periodística de un grupo pequeño; nos esforzamos por ser mucho más inclusivos al explicar cómo y por qué hacemos nuestro trabajo. En una era de desconfianza en los medios y confusión sobre lo que es el periodismo, me parece que las instituciones, incluso aquellas con muchas tradiciones queridas, sirven mejor a sus audiencias con un lenguaje directo y claro. No nos gusta la jerga en nuestros artículos; tampoco la queremos en sus rótulos o nomenclaturas. 
Hace medio siglo, los editores del Times apostaron a que los lectores apreciarían una gama más amplia de opiniones en nuestras páginas. Estamos haciendo la misma apuesta, pero en un momento en que la balanza del periodismo de opinión puede parecer cada vez más inclinada contra lo libre y lo justo, lo sensato y lo honesto. Trabajamos todos los días para corregir ese desbalance.

viernes, 23 de abril de 2021

Ácaros


La nota es sobre Marie Hammer, llamada midernes mor (madre de los ácaros) porque dedicó su vida a estudiar los ácaros. Y los ácaros invaden parte de la portada de hoy de Politiken (Copenhague).

sábado, 10 de abril de 2021

domingo, 4 de abril de 2021

El Diario Vasco/Real Sociedad vs. El Correo/Athletic

Ayer se jugó la final de la Copa del Rey en España. Los finalistas fueron el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad de San Sebatián, los dos eterno rivales del País Vasco. Ganó la Real Sociedad por 1 a 0. Aquí las portadas de hoy de El Correo de Bilbao y El Diario Vasco de San Sebastián, ambos de la misma empresa editora.
Domingo 4 de abril


Pero lo más interesante es el in crescendo de los dos periódicos durante la semana previa al partido:

Sábado 27 de marzo


Domingo 28


Lunes 29


Martes 30


Miércoles 31


Jueves 1 de abril


Viernes 2


El sábado 3, sábado santo, día del partido, no hubo diarios en el País Vasco.

jueves, 1 de abril de 2021

Iñaki Gabilondo 50 años después

De nuevo con el permiso presunto de El País, subo esta magnífica entrevista a Iñaki Gabilondo, publicada hoy en SM el Diario Global. Aquí el link.

Iñaki Gabilondo: “Para hacer este trabajo hay que tener fe y yo la estaba perdiendo” 

Iñaki Gabilondo no se va, solo se retira de la actualidad diaria. Y tras cinco décadas de actividad, el periodista donostiarra reivindica, como ha hecho siempre, la templanza y el juego limpio

Xosé Hermida  
Llevamos tantos y tantos años siguiéndole como a una brújula de lo que está ocurriendo, que resulta casi desconcertante escucharle decir: “A mí me cuesta opinar. Me cuesta mucho”. La confesión de Iñaki Gabilondo (San Sebastián, 78 años), superado el medio siglo de periodismo activo y con una de las reputaciones más sólidas del país, es un intento de explicar por qué ha decidido dejar atrás definitivamente los comentarios de actualidad, hasta ahora inseparables de su carrera. 
En medio de ese barullo en el que cada vez cuesta más distinguir si una tertulia discute sobre el Gobierno, sobre una polémica decisión arbitral o sobre las infidelidades de un famoso de medio pelo, Gabilondo ha optado por decir basta. En esta España tan propensa a la trinchera, su templanza y su estilo reflexivo siempre fueron como una exitosa rareza. Llegados a este punto, con la política más subida de tono que nunca y todavía subiendo cada día un poco más, Iñaki Gabilondo se declaró empachado.

La renuncia a seguir ejerciendo de analista cotidiano no es ni mucho menos una retirada de la profesión. Mantiene un espacio semanal en Hoy por hoy, el programa de la SER con el que despertó cada día a varias generaciones de españoles y en el que da voz a jóvenes con iniciativa. Movistar+ acaba de emitir dos programas suyos en los que trataba de adivinar las líneas del futuro tras la pandemia con entrevistas a grandes académicos internacionales. Ni el desánimo con la actualidad ni tampoco el virus le han parado, aunque deslice otra confesión: “La pandemia ha sido como un flash que me ha enfrentado a mi vejez. Ya hace mucho que sé que soy viejo, pero nunca como ahora había visto que formo parte de ese material desechable que somos los viejos para este virus gerontófobo que nos ha atacado”.

Usted parece el periodista que huye de la actualidad porque ya no la soporta.

Para hacer este trabajo hay que tener fe y yo la estaba perdiendo. Ramoneda [Josep, ensayista y comentarista político] me solía decir: ‘Tú eres un soñador, solo hablas del consenso’. No, no… La política es la gestión del disenso, y el consenso es el punto final de un recorrido al que se llega o no, pero que se alcanza en algunas cosas donde establecemos lo que llamamos sentido común, el territorio compartido. Yo estaba perdiendo la fe al ver la imposibilidad de alcanzar puntos comunes en algo. Y empiezas a sentir una gran incomodidad personal al tener que salir todos los días a la palestra con un escepticismo excesivo.

Algunos sostienen lo contrario: que el periodista tiene que ser un descreído.

Puede ser. No pretendo establecer una teoría universal, digo lo que me ha pasado a mí. He creído siempre que lo que hacía era algo no muy importante, pero que tenía alguna utilidad. Ahora, con las posiciones tan ultradeterminadas, defendidas de una forma teológica, como en las guerras de religión, acabas con la sensación de que lo que estás haciendo es inútil. Tengo 78 años y, a cierta edad, hacer lo que uno no quiere tiene algo de obsceno. Ahora parece que para todo hay una respuesta oficial de la derecha y otra de la izquierda. Yo no he ocultado nunca mi ideología, pero eso no me ha resuelto los enigmas que planteaba la actualidad.

Pero hay, pese a todo, una pasión que permanece, porque no se ha retirado usted, sigue haciendo un trabajo todas las semanas.

Si tengo salud, posibilidades y estoy razonablemente espabilado, yo no quiero quitarme de en medio de la vida, estoy felizmente integrado en ella. Y encima tengo el privilegio de que me ofrecen cosas que me gustan. De lo que me he ido quitando es del fragor diario.

Dice que nunca ha ocultado sus ideas, pero al mismo tiempo ha logrado una gran credibilidad y respeto. ¿Cómo lo ha conseguido?

Bueno, hay gente que me tiene muchísimo odio. Lo que pasa es que cuando llevas ya muchos años… La solvencia la da una suma de decencia más tiempo. Creo que sí ha habido una cierta unanimidad en que he sido un profesional decente. He cometido errores, pero no he sido sospechoso de estar jugando sucio. Aunque no me he librado de las barbaridades, se han dicho cosas de mí que me han producido muchísimo dolor. Y me han montado números de envergadura en restaurantes y así. Como consecuencia del 11-M y del papel de la SER en esos días, aún es raro el mes –hasta hace poco diría la semana– en que alguien por la calle no me interpele.

Usted llegó a reconocer que José María Aznar le hacía sacar lo peor de sí mismo.

Siempre le he dado mucha importancia a la forma en que se transmiten los mensajes y he de reconocer que con él he perdido a veces la templanza. Me sacaba de quicio. Lo seguiría criticando hoy igual, pero no me puedo enorgullecer de haber perdido en ocasiones las buenas maneras. Casualmente, el otro día me encontré con él en un restaurante y nos saludamos con educación. Las formas son muy importantes, sobre todo en los medios más populares.

Pues la tendencia parece la contraria: las tertulias políticas acaban a gritos.

Es otro de los elementos que contribuyen a mi desánimo. Comentar asuntos como el problema catalán, la monarquía o el terrorismo en modo bronca de bar, como si estuviésemos discutiendo si ha sido o no penalti, me parece extraordinariamente malo. Y le tengo miedo al efecto que produce en la gente.

¿El periodismo y la comunicación se nos han ido un poco de las manos? A los periodistas, a las empresas…

El periodismo está viviendo un proceso de transición, como todo, muy agudo. Ha estado muy marcado por la sensación de pánico financiero de las empresas. Eso ha impedido desarrollar otros elementos: investigación, trabajo de más calidad… Surge el periodismo basura, con contratos y trabajos basura. Y también la tentación de intentar seguir atajos para llegar a la gente, la búsqueda de los likes. El periodismo debe preguntarse lo que la gente tiene derecho a saber, pero si lo que nos preguntamos es solo lo que la gente quiere oír, desvirtuamos nuestro trabajo.

Nos ha entrado también un pánico nuevo: las redes sociales nos han hecho perder el monopolio de la intermediación ante la audiencia.

Estamos inmersos en un océano de señales en el que la nuestra no es más que una de las muchísimas que llegan a la audiencia. Eso nos confirma que debemos marcar bien nuestro punto, como un yacimiento de agua potable en medio de un montón de agua no potable. No basta con decir que los demás mienten. Tú tienes que acreditar tu posición ofreciendo calidad y, sobre todo, independencia. Porque no vale decir que el periodismo de calidad era el que hacíamos cuando estábamos solos. El llamado periodismo de calidad debería empezar por analizar cuánto de calidad tenía.

Cuando teníamos el monopolio de la información, ¿caímos en la autocomplacencia?

Y en cosas peores. El periodismo ha controlado el poder, pero ha controlado menos su propio poder.

¿Cuándo se jodió la política española?

Hay varios momentos, pero para señalar uno menos comentado: cuando interpretamos de modo completamente incorrecto la ola de prosperidad. Un país humilde, que había vivido en la austeridad, que fue pobre hasta cuando éramos los reyes del universo, creyó que se había hecho rico. Y no nos importó que eso fuese a costa de liberalizar todo el suelo, de poner a la venta el país, de cebar una bomba que acabaría reventando. Ahí se empezó a joder todo. Y cuando llegó el crac de 2008 y aquello se vino abajo, no interpretamos que se estaba poniendo al descubierto nuestra formidable fragilidad, sino que pensamos que eso ocurría porque estaba gobernando Zapatero. Si hubiese estado Aznar o Jesucristo resucitado, habría sido muy parecido, porque la hecatombe era mundial. Pero perdimos la oportunidad de entender que había una fragilidad estructural en este país y debíamos abordar un proceso de modernización profunda. Y no entramos en una crisis económica, sino en una especie de estupor psicosocial brutal. Fue el despertar de un sueño.

¿Le ha decepcionado lo que se llamó nueva política?

No, porque tampoco había que hacerse una ilusión excesiva. La sociedad se ha vuelto mucho más compleja y así lo refleja nuestro parlamento. Al que no le guste, mala suerte, es el que hay, por difícil que resulte gestionarlo. Las nuevas formulaciones políticas respondieron a esa complejidad. Algunos de mi generación se enfadaron porque apareciesen. Yo, en cambio, nunca esperé ni mucho ni poco, simplemente lo vi como resultado de la nueva realidad. Lo que te sorprende es la ingenuidad de los que pensaban que aquello podía ser mucho más sencillo. Construir una herramienta política de base es un tema muy complicado. Los de Podemos no se dieron cuenta de que convertir la guerrilla en ejército regular es siempre un ejercicio endemoniado.

En su generación también molesta mucho el revisionismo de la Transición.

A mí me sorprende que no se valore lo que significó todo aquello. No estamos diciendo que haya que reproducirlo tal cual ahora, pero entonces vivimos un momento de complicación máxima que la política resolvió poniéndose de acuerdo. Y fue posible lo que no parecía posible. Porque era como si ahora metes a Aznar y a Otegi en la misma mesa. A eso nos referimos cuando invocamos el espíritu de la Transición. También me sorprende muchísimo que esta sea la primera generación que pide explicaciones a las anteriores. Dicen: “Vaya mierda de democracia que nos dejasteis”. Nosotros nunca dijimos a nuestros padres que nos habían dejado un país de mierda. Y estábamos en una dictadura.

¿Hay algún comunicador actual con el que se identifique especialmente?

Uy, hay muchos…

¿Jordi Évole?

Ah, sí, por supuesto. Somos amigos. Pero también hay muchos en la segunda fila: Aimar Bretos… Lo que me intriga es la gente que tiene 17 años. ¿Por dónde van a salir? Yo tengo la impresión de que por peteneras, por otro sitio. Se empieza a vivir de otra manera, a consumir de otra manera… Por ahí van a venir los cambios, también en nuestro oficio. Porque ya Ibai [Llanos] y todos esos…

¿Lo ha seguido?

Pues claro, yo lo sigo todo. Estos nuevos fenómenos me asombran, pero los sigo con admiración y con sorpresa. Aunque el cambio gordo, gordo no está ahí, viene detrás. En el mundo está habiendo infinidad de iniciativas, periodísticas también.

Antes de Ibai, los que ya tenemos cierta edad tendíamos a despreciar a los youtubers.

Yo ya aprendí hace mucho a no despreciarlos. A mí me han llevado muchas veces a reuniones suyas como a un tipo que ha conocido a los dinosaurios. A veces me preguntan si creo que Youtube es un medio de comunicación nuevo y yo digo: “¿Nuevo? Pero qué insolencia tenéis, que pensáis que las cosas solo han cambiado al llegar vosotros y ya no van a cambiar más. Dentro de cinco minutos, Youtube va a ser una antigualla superlativa”. Yo siempre me he acercado con respeto y curiosidad a estos fenómenos, también al de Ibai, que ya empieza a ser un clásico y dentro de diez minutos será convencional. A mí me ven como un paquidermo, pero les hago gracia.

¿Y todas estas novedades no le dejan la sensación de que esta ya no es su época?

Pero es que yo ya sé hace muchísimo tiempo que esta no es mi época. Nosotros estamos de retirada. Seguirá siendo mi mundo hasta el último día de mi vida, pero nosotros ya no llevamos el volante del coche.  
Realización: Silvia Ballester Cussac. Asistente de fotografía: Marc de Miguel. Posproducción: La Cápsula. Maquillaje y peluquería: Vicente Guijarro. Arte: Cito Ballesta. La butaca caramelo es Andreu World y la silla, Vitra.