viernes, 1 de febrero de 2019

Un fuerte de malvaviscos sobre canicas


Comparto dos notas sobre los despidos en BuzzFeed y Huffington Post, una del 26 de enero en Slate (Jeremy Littau) y otra de ayer en The New York Times (Farhad Manjoo).

Le copio la del NYT (mi propia versión en castellano) antes de que levanten el muro de pago. En inglés se titula Why the Latest Layoffs Are Devastating to Democracy.

Los despidos en BuzzFeed anuncian un futuro amargo para los medios digitales

Trabajar en los medios digitales es como intentar construir un fuerte con malvaviscos, sobre cimientos de canicas en un país gobernado por robots hostiles, caprichosos y tiránicos. He trabajado en este sector casi veinte años y, aun en las mejores épocas, mi experiencia ha estado marcada por la aprensión y el ajetreo, el tipo de carrera que nadie les recomendaría a sus hijos porque sin duda hay mejores opciones, menos volátiles y más duraderas —como la minería de bitcoin, tal vez—.

Así que sería fácil caer en la tentación de no darle gran importancia a la reciente avalancha de despidos en los medios y calificarlos de desafortunados pero sin mayor trascendencia. BuzzFeed despidió la semana pasada a doscientos empleados, entre ellos decenas de periodistas. Alrededor de ochocientas personas perderán su empleo en la división de medios de la empresa de teléfonos Verizon, propietaria de Yahoo, HuffPost, TechCrunch y muchas otras “marcas de contenidos”. Por su parte, Gannett, el otrora poderoso imperio de periódicos propietario de USA Today y cientos de otros más pequeños, despedirá a cuatrocientas personas.

Lo cierto es que sería un error catalogar estos recortes como la turbulencia normal del mar agitado de los medios digitales. Más bien, son una señal de que se avecina un fenómeno devastador.

Quizá los problemas de cada empresa se deban a razones muy distintas, pero si el baño de sangre se analiza desde una perspectiva de conjunto, los síntomas apuntan a la misma patología subyacente en el mercado: la incapacidad del sector de publicidad digital de darles espacio significativo a otras empresas además de los grandes monopolios.

En medio de una época de prosperidad económica en que se registran niveles históricos de interés en las noticias por todo el mundo, los recortes de la semana pasada anuncian un destino amargo inminente que se aproxima en cámara lenta y dará pie a una emergencia democrática cuyo fin no se vislumbra.

Consideremos lo siguiente: nos encontramos en el centro de una persistente guerra global de información. Pasamos la vida en tecnologías que siembran desconfianza y falsedad, que dejan poco espacio a los matices y complicaciones, que nos dividen en grupos ignorantes y quejumbrosos. Es una era que debería ser perfecta para los periodistas y su profesión que, a pesar de los frecuentes errores, es el mejor antídoto conocido contra el sofocante diluvio de rumores y deshonestidad.

Por cierto tiempo pareció que podríamos hacer justo eso. Durante los últimos cinco años vivimos una temporada de innovaciones atrevidas y optimistas en los medios. Además del aumento en suscripciones por el efecto Trump, los inversionistas en primeras fases y los gigantes del cable y las telecomunicaciones trajeron nuevos recursos. Las grandes marcas, interesadas en atraer a los millenials, comenzaron a invertir un poco en publicidad y luego generosamente, lo que provocó una explosión cámbrica de nuevos sitios noticiosos, nuevos formatos y nuevos modelos de negocio. Por su parte, los consumidores comenzaron a abrir sus carteras para apoyar al periodismo, y así cambiaron la suerte del New York Times.

Muchos miembros de la industria se mantienen optimistas de cara al futuro. Se han redoblado los esfuerzos para lograr suscripciones, hay una gran demanda de podcasts y videos de calidad superior, y están de regreso las empresas de medios más pequeñas y calculadas, como la diminuta pero redituable empresa emergente de Bill Simmons, The Ringer. También hay que considerar las aportaciones de los multimillonarios digitales; La Escuela Superior de Periodismo Craig Newmark; el Washington Post de Jeff Bezos; Atlantic Magazine de Laurene Powell-Jobs y Time de Marc Benioff.

Con todo, basta una mirada rápida a los detalles de los despidos de la semana pasada para desechar cualquier motivo de optimismo.

Los recortes de Gannett representan la aniquilación casi definitiva de los periódicos locales, una institución cuyo papel indispensable para la democracia reconocen incluso los más férreos detractores de los medios convencionales. El cierre de Gannett parece muy próximo; en este momento, la empresa batalla con una adquisición hostil de un fondo muy discreto, cuya única experiencia demostrada es arrebatarles a las publicaciones sus últimas fuentes de ganancias.

En cuanto a los problemas de Verizon, se trata de un gigante que intentó derrotar a Google y Facebook. Cuando Tim Armstrong estaba en la empresa de teléfonos, esta compró Yahoo y otras marcas de medios por considerarlos peones útiles en su guerra estratégica contra los gigantes de internet. Por razones similares, Comcast también ha invertido dinero en empresas emergentes del sector de medios.

Sin embargo, Verizon descubrió rápidamente que Facebook y Google son invencibles. Cuando la nueva administración se hizo cargo el año pasado, comenzó a deshacerse de los medios de noticias para adquirir otros activos capaces de generar dinero con más facilidad.

Los despidos de BuzzFeed son el peor indicador. Quizá nuestra impresión del sitio sea que solo publica listas tontas y encuestas inútiles. Por mi parte, lo considero un innovador experimental incansable: es el sitio que nos dio The Dress y publicó The Dossier, la empresa que le puso el ejemplo al resto de la industria para que reconociera la seriedad y precisión del mundo digital.

Más que nadie en los medios, el fundador de BuzzFeed, Jonah Peretti, le apostó a un esquema de simbiosis con las plataformas tecnológicas. Comprendió que los gigantes tecnológicos seguirían creciendo, pero no consideró esto un defecto, sino que lo aceptó como una de sus características. Tuvo la visión para imaginar que si creaba contenido para sus algoritmos, BuzzFeed podría crecer (y generar dinero) junto con ellos.

Como mínimo, los despidos son una señal del trágico fracaso del razonamiento de Peretti. Google y Facebook no tienen ningún incentivo económico para aceptar esa simbiosis; cualquier cosa que BuzzFeed pueda ofrecerles, también lo pueden hacer las multitudes conectadas en línea dispuestas a crear contenidos sin recibir pago alguno.

Entonces, ¿qué les queda a los medios? Nada.

Son pocas las publicaciones que pueden sobrevivir tan solo con sus suscripciones; todavía menos las que algún multimillonario decide salvar. La industria de los medios digitales necesita encontrar la forma de dar servicio a las masas y al mismo tiempo generar ganancias. Y si ni siquiera BuzzFeed la encontró, me parece que estamos perdidos.

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