martes, 20 de mayo de 2025

Ignorancia, anacronismo y corrupción

Hace meses me he impuesto la idea de escribir sobre el periodismo en la era del péndulo para el otro lado. Es que no sé cómo llamar a la irrupción de la sensatez en el amplio arco ideológico del mundo de hoy. Y digo péndulo porque es como mejor se me ocurre describir lo que está pasando en varios países de occidente y que ya parece una tendencia irreversible por lo menos por unos años. Pero aunque ocurre en muchos países, pienso que será mejor circunscribirme a la Argentina, país donde vivo y ejerzo hace años mi profesión de periodista y de empresario de medios. Y también pienso que no vale la pena enumerar ahora las agresiones de uno y otro lado: del poder a los periodistas y de los periodistas al poder. Son cuantiosas, pero baste con decir que unos y otros parecen preadolescentes, incapaces de abstraer un concepto más o menos universal y por tanto llegar a una conclusión sana.

Lo resumo en tres párrafos, pero le advierto que todo lo que sigue está dicho en este blog desde hace tiempo.

El periodismo argentino está perdido en el tiempo, extraviado en un ecosistema que se terminó hace rato: el de la era Gutenberg, la libertad de prensa, la primicia, el cierre y los derechos de autor. La mayoría de nuestros periodistas escriben en medios que solo se leen mal en el círculo rojo del poder y por eso creen que tienen poder; se sienten paladines de una verdad a la que se acercaron poco y por intereses ajenos; así y todo suponen que saben de lo que hablan y dan consejos que nadie les pide... pero además escriben y hablan mal porque ni conocen el idioma, ni saben leer, ni hablar, ni escribir. Lógicamente hay excepciones, pero muy pocos pasaría un examen fácil de cultura general o de comprensión de textos. Basta con leer un periódico en papel o en otros soportes, ver un rato un canal de noticias, poner la radio en el auto o asistir a una reunión de ADEPA o de FOPEA para comprobarlo. 

Además de inculto y adolescente, ese colectivo que podríamos llamar injustamente (como toda generalización) periodismo argentino, está viejo, pasado de moda, retrógrado, marcha atrás... Derrapó en una curva del tiempo y siguió de largo. En la Argentina y en el mundo las ideas están regresando de una época en la que se impuso la corrección política, el pensamiento único que no se podía contradecir sin ser cancelado. Había que pensar como dictaba una minoría que para colmo pensaba poco y sin lógica, y el periodismo lo aceptó unánime. Y cuando la mayoría empezó a darse cuenta de esa imposición de las minorías y decidió girar hacia la sensatez, el periodismo siguió en sus trece y sigue todavía sin aceptar que el mundo cambió. 

Pero, además, nunca fue lo que declama ser y siempre que pudo transó con el poder. Y cuando se hace la víctima es porque no logra transar y no le queda otra que llorar. Hace muchos años que en la Argentina el negocio del periodismo es igual al de muchos empresarios: sacarle dinero al estado. Es una consecuencia del sistema socialista que rige en el país hace 80 años: el estado es el gran cliente, el que tiene todo el dinero y si no lo tiene lo fabrica. Y en estos años los medios se convirtieron en proveedores del estado, tanto que es imposible subsistir sin ese anunciante que no paga porque necesita publicidad sino porque pide protección. Y los medios que ya no se la pueden dar acuden al repugnante sistema del retorno. Al principio no todos se doblegaron, pero los valientes terminaron quebrando y los cobardes sucumbieron a la tentación de las delicias de los poderosos.

Entonces, y por si no se entendió, el periodismo en la Argentina se volvió ignorante, anacrónico y corrupto, escudado en la triste condición de la mayoría de los argentinos que hace 80 años padecemos la tiranía de un sistema político ignorante, anacrónico y corrupto. Y como suele ocurrir, una sociedad ignorante, anacrónica y corrupta no percibe la ignorancia, el anacronismo y la corrupción del periodismo. Así es siempre: el periodismo no es más que un espejo de la misma sociedad con la que comparte sus  vicios y sus virtudes.

Puede ser que pase en otros países de Occidente, sobre todo de nuestra América y de la Europa meridional. No me atrevo a juzgarlos ahora.

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