viernes, 9 de agosto de 2019

El día que el New York Times cambió su título de apertura


Las portadas del New York Times del martes 6 de agosto... bueno, la de arriba es la que quedó en el archivo es la de arriba. Las de abajo son la primera y la segunda.


Lo explica Gabriel Snyder en Columbia Journalism Review y Gonzalo Abascal en Clarín (y en castellano). Se lo copio, por las dudas...
El episodio ocurrido con la tapa del diario estadounidense The New York Times el lunes pasado resulta apasionante para los periodistas y merece ser contado porque propone más de una reflexión sobre los medios y el vínculo con su audiencia. 
¿Qué sucedió? El relato cronológico es cinematográfico. Según cuenta la crónica del sitio especializado Columbia Journalism Review, el diario cerró su edición de papel del martes con el título “Trump urges unity vs. Racism (Trump urge a la unidad contra el racismo)”. A las 21.13 un tuit con la imagen de la tapa y una crítica por el título sin matices favorable a Trump (sólo con la “narrativa” conveniente al presidente de EE.UU.) inició en esa red social una escalada de enojo y frustración contra el diario. Unos minutos más tarde, una periodista de otro medio, The Nation, también tuiteaba su decepción y anunciaba que -con dolor- cancelaría su suscripción. La ola de descontento creció hasta provocar lo impensable: menos de una hora más tarde el diario cambiaba el título para una segunda edición por “Assailing hate but not guns (Atacando el odio pero no las armas)”, siempre en referencia a los dichos de Trump, luego de los ataques con armas en El Paso y Ohio que dejaron 29 víctimas. 
Que el diario más importante del mundo modifique su tapa por la reacción en las redes es inédito y provoca más de una pregunta. ¿Fue necesariamente un error el título original? ¿Fue luego correcta la decisión de cambiar? 
Dean Baquet, editor ejecutivo del The New York Times, intentó una explicación. Primero admitió que había recibido en su casa la tapa antes de que se imprimiera, y no había advertido el riesgo de una reacción desfavorable. “Creo que no le pusimos la suficiente atención al mirarla”, confesó. 
Luego ensayó una justificación que apunta al corazón de la transformación que atraviesan los diarios en estos días: “La edición en papel no está más en el centro de nuestra redacción”, dijo. “No me ocupo más de la tapa, no elijo sus temas, no creo que ese sea más mi trabajo”. 
Hoy parece claro que esa decisión, la de centrar la mirada en sólo una de las plataformas de publicación, implica un riesgo. Y el Times pagó un precio alto al minimizarlo. El foco en el trabajo digital es una elección compartida (en ese sentido trabajan los diarios más importantes del mundo) pero la furia de los seguidores del Times evidencia que el papel mantiene un peso sin equivalentes a la hora de definir la identidad de un medio gráfico. Si una conclusión parece desprenderse de este hecho es que en tiempos de polarización política la sensibilidad de los lectores se exacerba, y que aunque la gran audiencia es digital, la posición editorial aún se fija en letra impresa. Subestimar esa realidad fue el error. 
Otra reflexión plantea el vínculo de un medio y su audiencia. Un diario no debe definir sus posiciones por el apoyo o el enojo de los lectores, siempre múltiples y variados en sus ideologías. Pero también es verificable que sostener hoy una idea resulta para algunos mucho más difícil que antes de la explosión de las redes sociales. Los medios nunca estuvieron bajo un escrutinio y una presión tan inmediata y extendida. Una ola de tuits es capaz de generar la sensación de crítica masiva (aunque los números absolutos sean menores). Pero el riesgo aparece en las dos puntas. Desoír las opiniones puede resultar tan peligroso como dejarse empujar por ellas.

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